El Gipuzkoa es campeón sin la mejor plantilla, ni la más caras ni la afición más populosa
El verano pasado renunció voluntariamente a la Liga ACB para dar viabilidad a un proyecto arruinado. Otra vez le tocó a Porfirio Fisac dar calor a la frialdad de una ciudad con la ACB como pasado y a la vez como hándicap.
En Valladolid multiplicó el nivel de la plantilla y lo llevó hasta las semifinales pese a que el club no respondía ni en los pagos mensuales. Esta vez ha devuelto a San Sebastián a la ACB demostrando que sensatez, experiencia e ilusión pueden a veces con los presupuestos más altos.
Nadie se puede atrever a poner en duda que el Gipuzkoa ha sido el mejor equipo de la LEB Oro por bastante y el que más méritos acumula por una diferencia abismal sobre el resto.
El mano a mano final con el Breogán lo resolvió por K.O. Primero ganó en Lugo uno de los mejores partidos que ha ofrecido la liga esta temporada. Luego supo sufrir en partidos agónicos. Pegó el puñetazo en la mesa en Melilla y firmó el ascenso a lo grande ante el Básquet Coruña. Como más gusta, en casa y con los minutos finales para saborear lo conseguido.
Ahora le toca hacer lo que pueda en los despachos y confiar en que los mismos que lo pertrecharon en campañas anteriores no lo bloqueen ahora. El Gipuzkoa es el único equipo de la LEB Oro que no puede criticar lo que pasa ahí dentro. Sabe como se cocinan en esos despachos la auditorías a dedo y las cuentas maquilladas. Quizá por ahí tenga ventaja sobre los que antes estuvieron en su misma situación. O quizá no. Sería bueno que ascendiese. Bueno para todos.
