Victoria por su propio peso en el Pazo

El COB ganó quizá el peor partido que ha jugado en meses en el Pazo. Rompió su mala dinámica como anfitrión a costa del Huesca y consolida su candidatura a jugar por el ascenso pese a que su juego no gustó como en citas anteriores. Eso, o que el pico se ha hecho demasiado exigente. Que también puede ser.

Así es el deporte y el baloncesto no es ajeno. A veces juegas como nunca y pierdes, otras te esfuerzas por no bostezar pero es suficiente para ganar sin agobios. Sin gustar ni convencer pero con la solvencia del que parecía predestinado a ello.

Quizá ese 'spoiler' fue la clave para entender que ni en la grada ni en la pista hubiese la intensidad de otros días. No es que el Huesca pensase de antemano que iba a perder, que el COB se supiese ganador o que el público lo barruntase. O sí. Por prepotente y oportunista que parezca.

A los ourensanos les faltó el instinto asesino que no tienen y la alegría que han perdido. Le sobraron las dudas y las caras largas del que no está cómodo y no tiene un líder claro o el hábito de saber enfrentarse a ello. Jugó tan cómodo al principio que le molestó hasta el más mínimo contratiempo. Ganaba por 16 demasiado pronto. Mediado el primer cuarto supo que solo podía perder el partido si se empeñaba en hacerlo y no le bastó con cuarto y medio en esa dirección para conseguirlo. Sí para afear el partido y dejar que el Huesca evitase con calvario mayor pero no para perder. Ni siquiera para ponerlo en duda. No, ante un rival en el que Gintvainis está a un nivel y los demás a años luz. Le va a costar salvarse a un equipo muy justito de todo menos de implicación.

A la que Mitrovic se puso en modo concurso se acabó el partido. El bosnio metió en el tercer cuarto 16 puntos. El rival, 14. Pero no su par, todo el Huesca.

Con su puntería, la defensa de Wright, la falta de egoísmo de Kapelan y los puntos que se le caen de los bolsillos a Flis fue suficiente para firmar el acta. Para llegar ahí, Hittle había maquillado en el segundo cuarto los peores minutos de su equipo y Rodríguez mantenido el nivel de su titular. Que anoche tampoco fue complicado, porque Christian Díaz remó en círculos. La pelea entre el ángel bueno, el del talento, el desparpajo y la facilidad anotadora, y el malo, el de la precipitación, los enfados consigo mismo y las miradas perdidas acabó en tablas. Y el COB lo notó. Porque cuando su base sonríe el COB brilla. Esta vez no lució tanto. Ni él ni el equipo. Quizá él sea el líder y todavía no lo sepa.