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La familia lejana

Los que se van de vacaciones al Caribe se pierden el placer de encontrarse con la familia lejana. Encontrarse con gente que se ha cruzado con nosotros en algún punto del árbol genealógico es enriquecedor. Una de las grandes diversiones de toda juventud es ligarse en vacaciones a una prima lejana, cuyo parentesco se antoja tan lejano que nadie sabe explicar exactamente por qué su padre duerme la siesta cada día en la mejor butaca de tu casa. Pero lo cierto es que lo lleva haciendo cincuenta años sin que nadie le haya llamado la atención, y que la belleza de la prima, tal vez mediterránea, tal vez danesa, bien merece esos ronquidos.

PRIMO INDETERMINADO

La familia lejana tiene la ventaja de que, si la relación es buena, puedes mantenerla todo el año y llegar al verano con la ilusión de encontrártelos. Y si es mala, no es necesario que exista. Nadie se molesta cuando dejas de saludar a un primo quinto al que nunca habías saludado hasta un punto de indeterminado de algunas indeterminadas vacaciones, de algún indeterminado año. Es el llamado primo indeterminado. Y lo único que puede hacer que deje de serlo es que acceda a prestarte el determinadísimo Porsche 911 Turbo S Cabriolet que ha aparcado en la puerta.

LA TÍA BESUCONA

La especie se encuentra en todas las familias. No es tía próxima de nadie, que se sepa. De hecho, hay dudas de que disponga de sobrinos directos, e incluso de que tenga más familia que su colección de gatos. No obstante, aún sin saber exactamente cuál es su posición en el mapa familiar, está siempre en primera fila en los entierros y moquea más que todos los afligidos juntos. Esto hace que reciba en los funerales todos los pésames, con gran dolor por parte de los que los entregan, y esa circunstancia le causa gran satisfacción, ya que pertenece a una rarísima variante de tía cuyo principal disfrute es apropiarse del moqueo ajeno. Y que le encantan los funerales. En el pueblo lo sabe todo el mundo.

La otra característica de la tía besucona, que aparece puntual cada verano tan pronto como arribas para iniciar tus vacaciones, es su incontenible pasión por besar carrillos, con enormes labios rojos, que dejan en los niños simpáticas siluetas, y que dejan a los adultos en complicada tesitura al regresar a casa. Mide 160 metros de diámetro, la viste el diseñador de los uniformes del Estado Islámico, y sólo resulta agradable cuando se calla, pero esto no ocurre nada más que un par de veces al año, y en el dentista. Y sin embargo, esas marcas rojas en los mofletes harán que su mujer se imagine a la tía Sharapova cruzando el pueblo y besándote exclusivamente tus mofletes.

La tía besucona tiene unos 60 años y es muy probable que los haya tenido toda la vida. Es buena. Pero cuando se hace fuerte en el sillón del salón a la hora del café, no sale ni con agua caliente. Lo sabe todo sobre todo el mundo, y aplica el ventilador a diario, para que, además, lo sepa todo el mundo. Es muy solidaria con la información. Tal vez más de lo que desearías, si se te ha ocurrido alardear delante de ella de lo bien que estás defraudando a Hacienda este año.

LA PRIMA NO BESUCONA

Ocurre que la prima tercera, o quinta, antes citada, carece de la efusividad de la besucona, y eso complica la tarea del ligue estival. En su versión danesa, la prima no besucona es de una belleza arrolladora, de una delicadeza extrema, y cuenta con un novio danés cuyos brazos equivalen al peso de tres tías besuconas, cada uno de ellos. Un novio que se presenta siempre hacia el final del verano, cuando tú todavía no acabas de entender la frialdad de la prima no besucona y su indiferencia ante tus flores. Ahora lo entenderás todo. De hecho, sentirás lo que sienten las cabras a la hora del almuerzo, cuando te comas las flores.

EL PARIENTE LISTO

El pariente listo cae un par de tardes por casa. Lleno de proyectos, se bebe tu whisky más caro, y te trae ya un contrato preparado para que estampes tu firma y te conviertas en el ser más feliz del planeta, asegura. Si te niegas, aludirá a la familiaridad que os une e intentará conmoverte, puede que incluso finja algunas lágrimas. Y si firmas, estás perdido. Porque es el pariente listo. El que siempre ha descubierto un negocio antes que nadie, el que sabe perfectamente cuáles son las causas “reales” de cada uno de los problemas del mundo y el que te espeta en mitad de la comida con gran superioridad: “¿por qué te crees que los chinos están vendiendo millones de impresoras 3D a los árabes?”. Y tú, que escuchas la explicación, te quedas noqueado y te preguntas: “¿estarán los chinos vendiendo impresoras 3D a los árabes?”.

Y es que al fin, su especialidad a la hora de la siesta es lanzarte preguntas a las que solo puedes responder exitosamente de una manera: poniendo cara de gilipollas.

EL JARDINERO

No es de la familia, pero sabe mejor que tú dónde se guarda el anís en casa y eso te hace sentir impotente. Su mérito es el de los antiguos conquistadores. Llegar antes al lugar y quedarse en posición de fuerza. Es obvio que no puedes estar en esa casa el resto del año, cuando estás hasta arriba de trabajo. Sin embargo, él sí. Él corta las flores, retoca el jardín, ordena tus papeles, y hasta se da chapuzones en tu piscina tan pronto como empiezan los calores. Es el amo.

A cambio, mata a algunos animales silvestres que se te cuelan en casa, mantiene razonablemente bonito el jardín, y cuenta con autoridad suficiente como para poner a andar a cualquiera de los niños de la familia. El argumento de la sierra eléctrica encendida puede convencer a cualquiera de casi cualquier cosa.

Tal vez sea hora de que admitas que, en verano, el único cabeza de familia que hay en casa se llama Carlos, el jardinero.

EL ÁLBUM DE FOTOS

Hay un momento magnífico en las relaciones con los familiares lejanos. Y es el álbum de fotos. Ahí te descubrirás en sus brazos de bebé, lo que te lleva a preguntarte dónde están tus papás para salvarte. Ahí te verás con aspecto vergonzoso en los veranos de la niñez, rodeado de toda esa familia lejana, que entonces era más cercana y lucía bigotes y pantalones de campana. Y te sorprenderás al ver al jardinero dándote un potito. Es obvio que ya ocupaba su terreno entonces.

Ni rastro, por cierto, de la prima no besucona, ni de la danesa. Sí aparece, en cambio, la tía besucona, en su gran comida de cumpleaños. En la foto, todos salen alrededor de la tarta, con la marca roja de sus labios en la cara. Ella cumplía entonces 60 años. Precisamente los mismos que este verano.

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