Cartas al director

MWLALIMU NYERERE

“No he podido cumplir la misión que me había fijado: terminar con la pobreza, el hambre, la enfermedad, solo la ignorancia ha sido vencida. Yo no puedo continuar en un país que está obligado a mendigar su comida”
 (Julius Nyerere, padre de la nación de Tanzania).

Discurría el año 1974 cuando tuve la oportunidad de conocer la personalidad de Julius Nyerere. Visitaba el líder africano el país de México. Empeñado estaba el presidente Luis Echeverría en ser un líder en los llamados países no alineados. No dejaba de viajar al extranjero, así, como, a invitar gobernantes de otros países a tierra azteca. Sea, pues, que algunos de aquellos ilustres visitantes, acapararon mi atención y mi admiración. Líderes carismáticos que empeñaron sus sueños en llevar a sus respectivos países modelos de socialismos alejados de la ortodoxia soviética. Allende con su socialismo vía parlamentaria, Nyerere con su socialismo africano. Decía Unamuno que hay que valorar a los hombres por lo que aspiran. Y Nyerere es un claro ejemplo. Lo que más valoro en un político es su honestidad. La fidelidad a unos principios en pro del bienestar de su pueblo, haya o no fracasado en su intento. Nyerere llegó a gobernar sin acto previo de violencia, y se fue del mismo modo. Algo insólito en un país africano en donde los cambios de gobierno se fraguaban a sangre y fuego.

Era un católico practicante. No es, pues, de extrañar de que la familia era un pilar en el desarrollo social y económico de su pueblo. Ujamaa (familia ampliada en lengua swahili) era su ideal. Sentaba las bases para llevar a cabo aldeas socialistas autosuficientes para su desarrollo rural. Concentrar población en aquellas ujamaas no tuvo resultados apetecibles. Pesaban los 43 años de colonialismo europeo. Los kabakas, jefes de tribu, no estaba dispuestos a perder privilegios de antaño, y azuzaron la desmovilización o la apatía de sus vasallos, al mismo tiempo, que funcionarios mantenían su atávica corrupción. Coadyubaron en el fracaso económico, la guerra con Uganda, iniciada por Idi Amín para anexionar Tanzania, lo que llevó a desembolsar ingentes cantidades de recursos materiales, y, también la descomunal sequía.

Y hubo que recurrir a la ayuda externa del FMI y el Banco Mundial cuyas condiciones leoninas impedían cualquier política de tipo social. Nyerere no pudo soportar tales condiciones, y dimitió a finales de 1.985. Partió hacia su casa en una vulgar bicicleta. Se autocríticó. Más, no todo fueron sombras. La esperanza de vida pasó de 41 años a 51; la educación infantil pasó de 25% a 95%; la educación en adultos de un 10% a 75%. En 2005 se inició el proceso de su beatificación por la Iglesia Católica. Para su pueblo sigue siendo su mwlalimu (maestro en swahili), para los mzungus (europeos) un utópico. Los swahilis dicen ser hijos del Océano y de los vientos. Más, la utopía está más allá del horizonte del océano Indico y de sus vientos.