Cartas al director

Verde que te quiero verde

“… Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
Y el caballo en la montaña” (Federico García Lorca, “Romance sonámbulo”)
La muerte del paisaje verde en mi país me ha hecho recordar otra muerte, sobrevenida por el mayor incendio que asoló a España, provocado por ráfagas  de plomo. La muerte de Federico García Lorca. Se acaban de cumplir 80 años de su asesinato. No pudieron aquellos verdugos amputar las ramas imperecederas que destilaban savia lírica. Talaron el tronco, dejando, por ignorancia, viva la clorofila verde que impregnan sus poemas. Enterraron su frágil cuerpo, para inmortalizar su sólida obra. Aquellos verdugos cruzaron el bosque, en el que solamente veían leña para el fuego.
El fuego que hoy nos priva de la lluvia aviva en mí la llama de la lectura de sus versos. No llueve en la Compostela de García Lorca. Galicia ha trocado su vestimenta verde por el harapo pardo con zapatos de cenizas negras. A mi tierra desearía cantarle el “Romance sonámbulo”. Es el humilde homenaje que yo puedo, como deseo, rendirle a uno de los mayores poetas que ha dado la literatura española. Al poeta que dio brillo en gallego a la lluvia compostelana. Yo, amante del sol, busco la magia que manan de las chisteras de las nubes.
La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de somnolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje 
(García Lorca, “Lluvia”)
Larga memoria a Federico García Lorca. Anatema para quienes incendian obras y árboles. En suma, para aquellos que atentan contra la vida.