Cartas al director

Y alegaba no ser tonto

“No es cuestión de ser más o menos honrado, sino de ser más o menos tonto. ¿Usted cree que un ministro de Turismo se deja invitar?”. (José Manuel Soria en el Congreso).

Nunca sentí mucha devoción por la lectura de la obra de Don Benito Pérez Galdós. Sin embargo, he de reconocer que supo retratar como pocos la España que le tocó vivir. La España de la Restauración con un bipartidismo que, según sus palabras, lo formaban políticos que no aspiraban más que a pastar del presupuesto. A aquel régimen lo bautizó como un enfermo de tuberculosis ética. Para tal enfermedad, la terapia posible era la Regeneración.  Más de un siglo después, en la España de hoy en día, existe otra Restauración Monárquica, gobernada por un bipartidismo, pero que, como otrora, seguimos sin la vacuna de la Regeneración.

Me ha venido a la mente aquel pensamiento de Galdós tras la última andanza en sede judicial, con fallo incluido, de un paisano suyo, el Sr. Soria, ex ministro en las carteras de Turismo y de Industria. Fue apartado de la política por ser confeso de mentiroso compulsivo. Tal patología le llevaba a auto medicamentarse con dosis de querulamanía. Otro mal sicopático y no terapia. Querellarse contra quien atente contra su honor, que al parecer eran muchos, y a los que él mismo tachaba de delincuentes. Es, en jerga jurídica, un litigante compulsivo.

Acaba de perder su última demanda en contra de dos medios de comunicación que supuestamente habían dado falsas noticias que atentaban contra su honor. Le habían descubierto unas vacaciones gratis total en un hotel en Punta Cana de la República Dominicana, propiedad  de un paisano suyo, como propietario de otros hoteles, uno de ellos en las islas Canarias, objeto de litigio por construirse ilegalmente. Negó tales informaciones, pues, como dijo en el Congreso, no iba ser tonto para no pagar. Y dio por válido su argumento en  el Parlamento, al anunciar que había presentado una querella criminal. ¿Para qué esperar al fallo judicial? Su jefe, como por todos sus compañeros, pondría la mano en el fuego por él.

Y presentó en juicio el pago de su estancia caribeña. La suite que ocupaba tenía una tarifa de 1.500 a 2.000 dólares al día.  Digamos, hablando en euros, 1.800,00 al día.  El pago aportado en tarjeta fue un ticket de 283,00 euros, al cambio. El concepto que en el mismo figura era de un servicio de spa. Debió de serle un servicio tan relajante que imaginó que su coste podría bien equipararse al precio de una suite. Colaría el engaño de haber presentado una factura de la luz, si así se las gasta la Justicia y no la que añoraba Don Quijote cuando arengó a los cabreros. Como siempre, Mariano desconoce la noticia, referida a un señor que ya no pertenece al PP.