Cartas al director

Carta a Chicho Outeiriño

“Dejad que vuestro espíritu aventurero os empuje a seguir adelante y descubrir el mundo que os rodea con sus rarezas y maravillas. Descubrirlo será amarlo.” (Kahlil Gibran) 

Me alegra el que perseveres en tu querencia de caminar, mochila al hombro, descubriendo horizontes ourensanos, y dar testimonio de los mismos, llevando como llevas en la sangre hemoglobina periodística, heredada de padre y tío. Acuden a mi mente el tesón con que llevaste a cabo la publicación de la revista “Corredoira”, a la que me invitaste a colaborar. Fue una experiencia gratificante, aunque aquella aventura tuvo pronto fecha de caducidad. Habíamos mordido la mano de quien nos daba de comer. No se toleraba la libertad de expresión. Pero fenecimos libres. Fue un baldón que te engrandeció.

Hace tiempo que conversábamos sobre nuestra mutua afición a descubrir parajes pocos conocidos de nuestra geografía. Te comentaba que mis fuerzas ya se iban menguando. Dejé mochila, bastón y coche. Y como la edad me acorta futuro alguno, decidí guardar recuerdos, tesoros de la vejez, en el ordenador de aquellas vivencias por las sendas, aldeas, montañas, del oriente ourensano. Una geografía que siempre me cautivó. Allí la naturaleza impone su majestuosidad.

Su majestuosidad le permite que a veces se permita el  que el hombre se adentre en sus entrañas. Ello lo encontramos en la ruta de los carrilanos, desde Lubián a Albergaría. Aunque el coste en vidas humanas fue alto. Solamente en el túnel de Padornelo se contabilizaron 4.000. A la copla de los carrilanos dedicada al “túnel doce” me remito. En el cementerio de Lubián reposan muchos de esos cuerpos. Aldea que fue testigo de la huída del general republicano Caminero.  Así como la detención del galeno ourensano Manuel  Fábregas Coello, que, luego fue conducido a Zamora, y fusilado en la tapia del cementerio de aquella ciudad. Había auxiliado al citado militar. Hubo mucha represión. Se trabajaba en condiciones muy penosas.

Temeraría fue la construcción de la llamada “pista del marroquí”, denominada así por impulso del ingeniero Mateo Augusto Marroquí. Peligrosa travesía apta únicamente para aventureros como tú. Discurre entre Toro y Albergaría. Habiendo dejado atrás a Campobecerros, que fue parada y fonda de carrilanos. Como al rezago, también, la aldea de Correchouso con sus famosos “sequeiros” de castañas. A sus espaldas ya la sierra de San Mamede, en donde, topé el caserío de A Edreira. Paraje paradisíaco que alberga una historia trágica.

Gracias, Chicho, por hacerme revivir recuerdos, que adormecían en una mochila enmohecida.