Cartas al director

Las cosas del querer y las cosas del comer

“Son las cosas de la vida/son las cosas del querer/no tienen fín ni principio/ni tien como ni por qué”. (Copla cantada por Angela Molina y Manuel Banderas)
Me ha conmovido el comunicado de Rita Barberá, dándose de baja en el partido, qué tanto ella ha contribuido a crecer. No me esperaba que un cuerpo ancho y fondón albergara un alma sumamente sensible. ¡Ah, las cosas del querer! Ama a su partido, aún habiéndole éste abierto la puerta de salida. Aún así, sigue entregada a él, como entregará su vida por su tierra valenciana, por la patria española, que es una, grande, libre con mordaza, por el Rey constitucional y por Dios que en las fallas la hizo pregonera. “Rita eres la mejor” (Rajoy, 21-05-2015).


Más, ¡ah, las cosas del comer! Y es que con el pan no se juega. ¡Que se lo pregunten a esos miles de niños del tercer mundo, esperando las ayudas de una ONG! Negarle el pan a esta humilde senadora es condenarla a formar en la larga lista de parados. Su profesión es la política. Si se le quitan los miserables 80.000,00 euros anuales de la canonjía senatorial, ¿de qué va a vivir? No lo ha dicho así, pero es presunción cierta, como la presunción de inocencia que debe dársela.


Lo que sí ha dicho, es que no dimite de su escaño, en las únicas palabras escritas en mayúsculas, porque ello significaría admisión de culpabilidad. Inadmisión dimanante de su aforamiento. No es lo mismo que te juzgue la jurisdicción ordinaria, que un Tribunal Supremo, la flor y nata de la judicatura,  previo suplicatorio a sus señorías. Al avieso juez ordinario ya se le vieron las orejas.
¡Tanto lío por pedir limosna para el partido político! ¿Qué buen católico no da su óbolo al cepillo que se pasa en misa? Ella es católica practicante. Su imagen recibiendo al Papa en Valencia es esclarecedora de su devoción religiosa. 


¡Qué pena que yo no sea un católico practicante a la altura de tan ilustre política! Como, tampoco,  que esté por la labor de pagarle un sueldo. Y para más inri, a un político que nunca está, como tampoco se le espera, en su lugar de trabajo parlamentario. Pero, eso sí, puedo desearle que el caloret político le obligue a permanecer convaleciente durante largo tiempo. ¡Que los recortes sanitarios no le impidan la alimentación intravenosa de ginebras!