Cartas al director

Europa, por qué nos has abandonado

“La quema de las fotos entra dentro del ámbito de la política o la disidencia, y corresponde a la expresión de un rechazo de la monarquía como institución…No fue un ataque personal contra el Rey de España destinado a despreciar y vilipendiar a la institución” (Extracto de la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, al recurso presentado por Stern y Roura).

Mira que nos tienen manía estos togados de Estrasburgo. Erre que erre nos dan un revolcón jurídico, y nos obligan a cubrir los gastos de los apelantes, una vez más, cuando no tenemos ni dinero para subir las pensiones. Se inmiscuyen en el trato que debemos, por imperativo legal, rendir a la Monarquía, que no es otro que la pleitesía genuflexa y vasallaje institucionalizado.

Mal que le pese a estos envidiosos de Europa, somos monárquicos hasta las cachas. Basta con mirar a las bancadas del Congreso. En él acomodan sus encallecidas posaderas nuestros representantes en su más que mayoría de fe monárquica. Credo que les lleva a legislar en pro de salvaguardar de protesta alguna a la institución monárquica. Protesta que pueda elucubrar ofensa injuriosa, hasta odio hacia la Corona. Y aún ahondamos más. El propio monarca es civil y penalmente inviolable. No es un plebeyo que tenga  que responder por sus actos ante un tribunal de justicia.

Los españoles, mal que le pese a Europa, somos la repera inventando. A los tres poderes separados que defendía Montesquieu, nosotros implantamos otro poder más: la Corona. Un poder en la cúspide de nuestro ordenamiento político. Un poder que no tiene que rendir cuentas, porque es más soberano que la  soberanía del populacho. Aquí respetamos el Derecho de Sucesiones, hijo del ius romano. Nadie, pues, nos va a dar lecciones de Derecho. Llevamos siglos haciéndolo desde el visigodo Turismundo hasta la dinastía Borbón. A mayores, aportamos riqueza doctrinal a la sociología política: “Ser antifascista no te  convierte en demócrata, ni ser antimonárquico en republicano” (José Andrés Torres del PSOE en Congreso de Diputados). Es decir, un fascista puede ser demócrata, y un republicano puede ser monárquico. ¡Toma ya! ¡Ni Mariano le ha superado! Y es que “no”, no siempre es “no”.

Aquí mi exégesis monárquica acaba. Abundar en ella  me recrudece el penfigoide que padezco. Requeriría más dosis de corticoides, como de antihistamínicos, para calmar el prurito  que me provoca  pagarle a esta banda de políticos de cortesana palangana, de oficio y beneficio. Y no quiero, por tanto, verme obligado a apelar ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, de escribir in sensu contrario, luego de ser condenado por un tribunal de justicia español. Me guardo para mis adentros  cualquier  aplauso al TEDH, aunque nos haya abandonado.