Cartas al director

Fuga a Samarcanda

 “La imaginación sirve para viajar y cuesta menos” (George Willam Curtis, escritor estadounidense, 1824-1892)Suelo soportar bien los calores del estío.

Menos, eso sí, las tormentas, aún cortas, que destrozan campos y rúas. Pero más me perturba el ánimo es convivir en un país asolado por la incuria cómplice de políticos, tertulianos, medios de comunicación y una masa aborregada, hacia los desmanes de una monarquía corroída de escándalos sexuales y de corrupción. Ni son temas antiguos ni privados y sí afectan al monarca actual por cuanto las cuentas de la Casa Real gozan de inmunidad en el Parlamento. Un antecesor aforado y un heredero inviolable. El poder de un espermatozoide. El actual partido gobernante sigue fiel al gatopardismo de 1978.

Ansío escapar de esta nauseabunda atmósfera y me dispongo a viajar lo más lejos posible. Como quiera que no dispongo de fondos suficientes, pues, a lo sumo lograría billete de ida y vuelta a Cudeiro, he decidido acudir a la imaginación, posando mis ojos sobre las páginas del relato de Don Ruy González de Clavijo, siglo XV, en su “Embajada a Tamerlán”. Viajar en el  tiempo. Afirma Ben Tippett, profesor de la Universidad British Columbia, que ello es posible mediante una fórmula matemática. He sido siempre un acreditado negado en matemáticas. De ello puede dar fe Doña Adela Iglesias, quien tanto noble empeño puso en desfacer tal entuerto. Así que mi único recurso al alcance es la imaginación que alimenta la lectura.
Puestas las jubas y calzas, desplaceme a Madrid desde Salamanca, adonde  a estudiar fuere. Llamado al hambre, que es sagrado al estudiante, en decir de

Don Pablos en la pensión de Dómine Cabra en Segovia, para huir de hambrunas y otras tribulaciones hijas de la picaresca, de las que afano en acallar, apunteme como escribano en la expedición del noble madrileño.

Saberéis, vuesas mercedes, por ventura, que aceptado fui en unirme al séquito. Llevaba como  único equipaje una escribanía de alfénido, etiquetada cual plata de ley, que sisara al usurero prestamista, como contrapartida a unos maravedíes en vixilia, que pagóme por mis libros reos del menester empeño. Acorreme en la  oscura noche, no fuere achacado del furto.

Enrolado en leva civil nos adelinaremos a Samarcanda, capital del imperio del Gran Tamerlán. Misión de buenos oficios en pro de una alianza entre nuestro Rey de Castilla y León, Enrique III, y aquel mítico personaje azote de turcos. Grande fuere el temor del monarca cristiano  ante el expansionismo árabe en el Mediterráneo, teniendo nuevas del sitio de Constantinopla.  Con la venia de voacé, amico, presto acoméndome a la lectura de tan grande aventura.