Cartas al director

Gracias, Grecia

“Un hombre tiene que tener el nivel de la dignidad por encima del nivel del miedo”. (Eduardo Chillida, escultor español).

El pueblo griego dio pruebas de su dignidad. En las urnas superó el nivel del miedo, que propalaba la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional), a través de sus fieles portavoces lacayos, entre ellos el presidente del Gobierno Español. Creo que si algún heleno estuviere indeciso de su voto, en viendo a Rajoy de telonero de fondo, en plan mitinero, sacudió su dignidad dormida para sumarse a la utopía del cambio.

Para Mahatma Gandhi era un misterio como podría haber hombres que se sintiesen honrados con la humillación de sus semejantes. Al pueblo griego se le humilló durante estos últimos cinco años, endilgándole una deuda impagable, con la contrapartida de miseria para muchos y riqueza para banqueros y políticos corruptos.

Para los amos de Europa poco cuenta el que un país haya ejercido la libertad que un sistema democrático exige. Tras la propaganda fallida del miedo, enarbola, ahora, la bandera mercantilista. El lábaro de la responsabilidad contractual. El contrato obliga a las partes. Olvidan los usureros que en los contratos ha de primar la bona fide. No ha existido la buena fé. Se condenaba al deudor a su ruina económica. Olvidaba esta hueste neoliberal que un pueblo es más que una cifra a recuperar. Es un colectivo humano con ansias de libertad, de ejercicio de su soberanía. Mucho le debemos a ese noble pueblo. Allí nació nuestra cultura. Nos legó el término de democracia, de la que tanta agua le sale de la boca a las naciones centroeuropeas. Otrora, habían saqueado sus riquezas arqueológicas; ora, deseaban su ruina económica. La política imperialista de tierra quemada. En el pecado llevaron la penitencia. El voto libre abatió al miedo esclavizante.

Yo, españolito limitado de tantos recursos espirituales y materiales, deseo encaminarme hacia la vereda de la utopía. La utopía que definía Eduardo Galeano: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Paro eso, sirve para caminar”. Gracias, Grecia por enseñarme el camino hacia la utopía.