Cartas al director

Sonata idiotizante

“Si hay un idiota en el poder es porque quienes lo eligieron están bien representados” (Aparicio Fernando de Brinkerhoft, periodista brasileño fallecido).

El otoño ha culminado su paso fugaz. Se desnudó raudo de sus hojas secas, como si lo hiciese al son de un allegro assai, y no como estación propia al compás de un allegro ma non tropo. Ni siquiera esperó a que oliéramos el piso mojado, llevándose en su equipaje a la lluvia secuestrada. Lacónico fue su caminar. Nos privó de la hermosa estampa que dibujan en tonos amarillos, anaranjados o rojos las vides tras sus partos. Presentía la inminente llegada de un invierno crudo, la estación de las carnes muertas.

El frío ha llegado para mi desventura. Es tiempo de clausura para quienes, como yo, no han hecho votos conventuales. Pero, ciertamente, me adhiero al dicho de que no hay mal que por bien no venga. Me parapetaré tras las persianas arriadas, y bajo la luz de una lámpara me entregaré a la lectura. Daré buena cuenta de mi última adquisición, “Idiocracia. Como cargarse una democracia en solo treinta años”, del polifacético autor Ramón de España. 

Título sugestivo tras un año en que hemos vivido con sobresaltos la política nacional, autonómica, y el desgobierno municipal. Malos tiempos corren para la democracia. No me extrañaría en absoluto que la elite dominante idiotizada tenga en mente, como terapia alternativa, su críopreservación. Planificar su reversión hasta alcanzar la total idiotez de sus vasallos.

Hasta que los citados vasallos comprendan que un vaso es un vaso, y un plato es un plato. O que admitan que en una democracia, es el vecino el que elige el alcalde, y es el alcalde el que quiere sean los vecinos el alcalde.  Y el que discrepe, que se vaya llorar al muro de las lamentaciones en Jerusalén. Fin de la cita.
Y es el fin de esta parrafada, no vaya a ser que un perspicaz fiscal la traduzca como un chiste  agraviante sobre Carrero Blanco, que se fue a los cielos. ¡Más me hubiera ido mejor si me dedicara a alcanzar un puesto de dirección en la extinta Caixa Nova! ¡Habría ahorrado millones tras dos años de emigración a un presidio, a pensión completa pagada por la sociedad idiotizada! Adagio sentenciador es el que para pendejo no se estudia.