Cartas al director

Primero, España

Uno, en su ingenuidad, pensaba que esto se daba por descontado, en toda circunstancia de tiempo y lugar. No puedo comprender que los partidos se puedan concebir como organizaciones endogámicas que trabajan para sí mismas y el beneficio personal de sus miembros, y no como instrumentos representativos de los sectores y clases sociales que buscan lo mejor para el país, en su ámbito de actuación, partiendo de como lo entienden cada uno de ellos para la mejor defensa de los intereses que representan.

Resulta sintomático que, desde hace meses, el discurso interesado de algunos políticos (mayormente los del PP)  haga especial hincapié en el “primero, España” o en el “sentido de Estado”, lo que nos llevaría a preguntarles qué ha sido entonces hasta ahora lo primero. ¿Es que hay cuestiones de gobierno  que sean ajenas a ambas exigencias? ¿Es que no es primordial que toda acción política y de gobierno vaya encaminada al bien común, ya sea en España o en cualquiera de las Autonomías, para los partidos que se limitan a su espacio regional o nacional? Sin olvidar que también el P(so)E ha utilizado abusivamente esta argumentación con Podemos, y qué vamos a decir de los chicos de Ciudadanos, ingrediente de todas las salsas.
Por ello, es indecente la grosería de Rajoy, al tiempo que insulta nuestra inteligencia -la de los ciudadanos, no la de los súbditos-, cuando se ampara en ambos mantras para justificar su obsesión por seguir en el poder, queriendo hacernos olvidar que está implicado, por acción o por omisión, en todos los casos más graves de corrupción por los que el PP se halla hoy -y en un futuro próximo- en los tribunales, siendo como es desde hace muchos años su máximo responsable.

Él sabe que en cualquier país europeo, incluidos los que desprecia,  estaría amortizado desde el primer día del ‘caso Bárcenas’; y esto es lo que debe ser motivo de risa y chanza -“aquí llega el flotador”, se murmuran al oído sus colegas de la UE, con envidia, cuando se reúnen- en Europa, y no tanto el que vayamos a terceras elecciones, como tanto gusta de decir.
Cómo puede el P(so)E avalar semejante candidato, aunque se ponga de medio lado con la abstención, haciendo tabla rasa del mayor cúmulo de felonías y chorizadas que se hayan producido en democracia, por temor a quedar peor en otros comicios. De un modo u otro tendrán que pagar el precio de sus errores -de nada le valió a Sánchez no enfrentarse a los ‘barones’ después del 20D, conchabados con el tándem Prisa-Ibex 35-, por no haber apostado por un cambio real y no cosmético con C’s, tan ansiado entonces por amplias capas sociales. ¿No creen que les iría mejor saldar la deuda cuanto antes, pedir perdón, y dedicarse en cuerpo y alma los próximos 4 años a restaurar su imagen mediante la defensa de los ideales y capas sociales que dicen representar?

Sus temores y complejos ante Podemos, culpándolos de todos sus fracasos, hasta del golpe contra Sánchez -antes la culpa de todo la tenía Zapatero, el presidente más ético de la democracia-, son infundados. Mírenlos como un posible aliado, con el que comparten el ideario socialdemócrata -ya lo dije en otra ocasión-, para transformar  la maltrecha realidad española y todos saldremos ganando. Primero, España.