Cartas al director

Me quemas

Sólo, arrastras tus oscuras obsesiones./ Las iluminas con llamas cosidas al desprecio,/ mostrando tus bailes de muerte,/ al compás de una sinfonía ciega y torpe./ 

Vives del rumor y la codicia,/ el hielo se abrasa en tus entrañas,/ y a tientas buscas chamuscar mi cuna,/ con una nana ennegrecida por tus hazañas.

Rindes bajo la sombra de la luna,/ un ritual de fuego y muerte./ Ciegas mi vida, y en tus ojos,/ la locura de un ser omnipotente.

El sol, rinde sus rayos a tu antojo,/ y orientados por coordenadas moribundas,/ queman mi vida, y se arrastran/ por el ombligo de una Tierra herida y rota./

Hoy pido tu castigo./ A tientas suplico la cordura,/ y me encuentro con un alma rota y seca,/ enterrada por la noche y su penumbra.

Me llamo Alejandro Méndez Sueiro. Tengo 15 años, y hace ya unos cuantos, que me ciega el humo, que me ahoga el miedo, y que busco sin respuesta el equilibrio entre las absurdas coordenadas de la inteligencia humana. Veo arder la Tierra. Un elegante desfile de hidroaviones suben y bajan y se pasean, igual que perros vagabundos guiados por la negra postal del desprecio. Y así, año tras año. De hecho he pensado que el horror goza de inmunidad. No se quema un bosque, no, se abrasa la vida. Es el aire que respiramos el que enferma. Es el agua de las fuentes la que se consume, se contamina, y nos abandona. Son miles de metros desolados, y todo… ¿Por codicia? ¿Por diversión? ¿Por imprudencia? ¿Por…??? Que no quede impune, que esa danza atroz no ciegue las caras de la luna, que no nos roben la Tierra, herida en sus entrañas por el fuego, agonizando por la imprudencia y el desprecio.