Cartas al director

Las rebajas del Teatro Principal

El domingo 25 de febrero, por la tarde, fui al Teatro Principal. Fui a ver Aida, la ópera. Suelo ir principalmente a conciertos y espectáculos musicales. Si no tengo otros compromisos voy solo y suelo ir a paraíso, el gallinero, “o poleiro” que decíamos de pequeños. Estas localidades son más económicas, hay un dominio muy bueno sobre el escenario y se oye mejor; es mi opinión. En prácticamente la totalidad de locales y recintos de espectáculos el precio de las localidades es inversamente proporcional a la lejanía o altura con relación al punto donde se desarrolla la acción, cuanto más lejos de la escena y más alto sobre ella, menor es el precio de la entrada. De toda la vida y por esta razón, estas localidades suelen ser más demandadas por personas con poder adquisitivo menor, gente joven, estudiantes, asalariados, etc. Por el contrario, las clases pudientes, la burguesía, han ocupado la platea y los palcos bajos y medios.  

Bueno pues, después de este preámbulo, quiero contar que cuando fui a la taquilla a adquirir mi localidad, solicité que me hicieran el descuento correspondiente por ser pensionista. Mi sorpresa fue cuando me advirtieron que el descuento solo se hacía a las localidades de patio de butacas y palcos, las más caras. Quedé estupefacto. El mundo al revés. Ayudas para los que más pueden.  

Según disponen las normas tarifarias del teatro, los mayores de 65 años, en las localidades antedichas, las de mayor precio, tendrán una reducción (además miserable), del 5 %. De habérselo aplicado a mi localidad, 15 euros, el ahorro hubiese sido de 75 céntimos.  

Muchos, por no decir todos, de los servicios públicos que utilizamos, contemplan ayudas relevantes o reducciones en su costo significativas, para las economías menos boyantes, como pensionistas, estudiantes, parados, etc. o situaciones menos favorecidas como familias numerosas, discapacitados, etc., y por citar algunos, por ejemplo, puedo nominar a Renfe, autobuses municipales, entradas a museos y otros, becas y ayudas para estudios, etc., reducciones importantes y sensibles del orden del 25 o 30 % y hasta algunos gratuitos, pero eso sí, nunca beneficiando a las situaciones más favorecidas.  

Evidentemente no me estoy quejando por los 75 céntimos que el descuento me hubiera supuesto. Lo que denuncio es esa filosofía roñosa y rácana y que, con total falta de equidad me recuerda, salvando las distancias, a nuestros gobernantes de Madrid con su 0,25 % de subida de pensiones o su proceder en la aplicación de los impuestos poniendo la mayor carga sobre los asalariados y clases medias y perdonando o siendo condescendiente con los poderosos.  

Dudo que este mísero ahorro solucione el balance económico del Teatro, si es lo que se pretende, pero al menos nos queda el consuelo al pensar que este año el “loro del Teatro Principal” no se quedará sin su ración de chocolate.