Cartas al director

La flauta que no sonaba ni a tres pulmones

Bisco y Torna asentaban párpados cada noche después de la cena. Días insípidos aguardaban la puesta del luciérnago para multiplicar trufa por culo.

-¡Buenas noches Bisco!

-Tu turno querida. Agradables olores te acompañan hoy.

-Tú siempre tan caballero!

-Pues aun no has visto nada; videa lo que tengo para ti.

-¡Bisco! ¿de dónde los has sacado?, ¿son auténticos?

- Se los robé prestados al pedante de doña Cuqui.

-Bisco, no porto diamantes robados y, menos aun si vienen de donde son.

-¡Olvídate de mí! atento ¡olvídate de mí! Lo tripito para que no olvides y recapacites lo que has hecho. ¡olvídate de mí!

Por este odio una de dos: o torno en el perro más rencoroso del parque hacia Torna haciendo explotar tracas y petardos a su paso, o devuelvo el collar y hago sonar la flauta las tres veces que anteriormente me han sido negados a modo de odio.

Te quiero Torna.