Cartas al director

Una catalana avergonzada

Estoy cansada. Agotada. Amo a mi tierra Cataluña pero últimamente me aburre. Me aburre el monotema constante que se escucha en todas partes y las palabras calladas para que no hayan enfrentamientos inútiles. Me apena ver como amigos y familiares que antes se respetaban ahora son desconocidos. Si los catalanes no nos respetamos entre nosotros, ¿cómo conseguiremos que nos respeten el resto de españoles? 

No nos atrevemos a opinar porque el prójimo, al que queríamos con toda nuestra alma, nos cataloga con palabras hirientes por querer tener libertad de pensamiento. ¿Qué ha sucedido? ¿Cómo han podido crear tanto odio entre nosotros unos míseros políticos a los cuáles, en realidad, no les preocupa en absoluto el ciudadano de a pie?

Cada vez que camino por las calles y observo como vecinos de un pueblo se pelean por poner o quitar el “lacito amarillo” de las vías del tren, solo puedo pensar que se han convertido en niños de guardería discutiendo por un sinsentido. Y siento vergüenza ajena: por los insultos que se arremeten tanto los que opinan de una forma u otra, de aquellos a los que ahora te dicen “a mí em parles en català” (a mí me hablas en catalán), los que bajan la cabeza para no discutir y el otro les mira por encima del hombro y un sinfín de actos que me sorprenden de mis conciudadanos y de mi pueblo. Solo quiero que todo esto acabe para poder volver a sentirme orgullosa de mi tierra. Aunque la herida ya está hecha y tardará en cicatrizar.