Cartas al director

La sonrisa de nuestros políticos

A todos nos cuesta trabajo sonreír, a mí el primero a veces, sin embargo desde la óptica de una moderna psicología ¿qué podemos deducir o pensar de nuestros políticos que apenas sonríen? Yo me pregunto lo primero: o se que piensan que lo hacen tan mal y están asustados, o simplemente no están de humor o andan demasiado abrumados y preocupados en su duro trabajo.

Yo creo pues sinceramente, que quien no sonríe no puede tener el alma limpia como un niño, sino contaminada por las preocupaciones del mundo. Sin embargo se ha demostrado que sonreír transmite optimismo a la sociedad, alegría, confianza, y a la vez ganas de enfrentar la vida. Sin embargo en el 90% de nuestros políticos, la sonrisa casi es inexistente, cabizbaja y caduca. Es más, hasta a veces parecen esconder algo cuando están hablando, o no terminan las frases, o dudan de lo que dicen, o cometen errores que afluyen de su inconsciente, al decir cosas sinceras, en medio de un discurso programado. Otra cuestión que denota la imposibilidad de sonreír en nuestros políticos es que siempre están al acecho del oponente y al ataque, como un perro de presa, lo cual hace que su actitud sea agresiva, triste y pobre, y tampoco puedan sonreír. Si sonríen es a veces en algún acto y de manera descuidada, pero nunca de cara a la cámara. Si un político contase chistes, o simplemente se riese del mundo, o contagiase e incendiase el mundo con su alegría optimista, quizás llegaríamos más lejos.

Pero no, ciertamente, que todos quieren el cambio, el giro, el poder. Eso sí, bien les va la cabezonería y el pensar que como tienen el poder, siempre tienen la razón. En el fondo son como pequeños niños egocentristas, que piensan que alrededor de ellos gira el mundo y todo el mundo. 

Yo me despido esperando una palabra de aliento y una sonrisa, y he de confesar, estimado lector, que casi nunca la encontré.