Cartas al director

Casualidad, estaba de ser

Cada uno es muy libre de pensar como quiera: ¿casualidad?, ¿estaba de ser?... Es algo que oímos con frecuencia, con diferentes ideas -sobre lo que nunca nos  pondríamos de acuerdo- por mucho que sobre ello se deje caer, para compartir penas y glorias con nuestros semejantes de cuantas incidencias, “buenas o malas”, se producen durante nuestras vidas, y en el mundo entero, y aún nos queda lo de “suerte” y  “el destino”, entre otras.

   Aprovecho tales calificativos, para juzgar un triste lamentable suceso, real claro, que me viene a la memoria. Ocurrió en mi aldea de Prado, en Castrelo de Miño –Ourense-. Para una vez más, intentar prevenir a los guardianes de los niños, los padres. 

En nuestros infantiles años -y ya hace años- oídas las campanas de la iglesia, a las 12 horas -relojes no había en la mayor parte de las casas- pronto se procedía a comer, para luego salir sin demora a la escuela mientras nuestros padres quedaban  muy satisfechos al vernos tan  animados para  marchar al colegio. Ellos  aprovecharían para descansar un poco que buena falta les haría, después de las fatigas del campo, ignorando, por supuesto, que nosotros llegaríamos a la escuela unas dos horas antes de su entrada para jugar con los compañeros a lo que fuera, si antes no enredábamos por el camino con alguna pequeña fechoría.

Pero en verano, y días de aquel fuerte sol, una mayoría, nos escurríamos por un sendero, detrás de la escuela, monte abajo, al cercano  río Miño, para chapuzones. La madre de un compañero -lejano familiar- de Vide, (con una pareja de niños) al enterarse de  nuestra jugada, no solo se lo prohibió, sino que terminó por acompañar al chico todas las tardes hasta la escuela, con la seguridad de que no iba al río. 

    Una de aquellas tardes, tal protegido chico llegó a casa y sacó las ovejas  como de costumbre para  llevarlas a la propiedad que tenían próxima al regato que divide el pueblo, con agua en tal estación que apenas muele el molino. Pero de invierno cae de fuerte salto, haciendo charco, y donde el compañero se entiende que procuró nadar, donde le cubría, y se ahogó. Ahora juzguen como quieran: casualidad, destino, estaba de ser, mala suerte.