Cartas al director

OBITUARIO | Despedida a Luis Doval

Hola Luis. Hace apenas dos meses, pasé por tu oficina a saludarte. No estabas. Nunca me llamaste.

Ahora entiendo que aquello hubiese sido una despedida. Y tú no querías despedirte. Yo tampoco; por lo tanto, una vez más gracias: siempre estuviste por delante de los acontecimientos. Por delante de los tiempos. Por delante de tu tiempo.

Me alegro de que hayas conseguido lo que siempre promulgaste… lo que siempre defendiste: poder trabajar hasta el último día. Enhorabuena por ello. Para muchos, entre los que me encuentro, y me enorgullezco de ello, fuiste en vida un referente. Para muchos, desde luego para mí, lo seguirás siendo el resto de los días de nuestras vidas.

Profesionalmente supiste apostar/respaldar a personas que trabajamos/colaboramos contigo… esto también tengo que reconocértelo… esto también tengo que agradecértelo. Y lo hago públicamente.

Luis, en los (ya muchos) últimos años de tu labor empresarial, tu corazón empezó a ser compartido, a ser “troceado” en varias partes:

Uno de esos “trozos”… de los más grandes, se lo quedó tu Galicia, a la que siempre tanto exigiste… a la que tanto amaste. Y en ella, tu empresa.

Otro, “pequeñito”, pero desde luego en un lugar especial en tu corazón: Zamora. Aquí te conocí. Aquí seguirás estando siempre.

Sin lugar a dudas, el último lugar se lo reservaste a un nuevo país… a tu (otro) nuevo país: Nicaragua. A ellos les reservaste tus últimos paseos, tus últimas palabras, tus últimos momentos, tu último viaje: viaje de ida, pero también viaje de vuelta.

El resto de tu corazón, el “trozo más grande”, siempre lo has tenido reservado para tu mujer y tu hijo. ¡Tantas veces me lo hiciste saber! Ahora se lo entregas a ellos con el ejemplo de tu hacer en esta vida. ¡Hasta el último día!.

Hasta siempre Luis. Una vez más, y no la última, gracias.