Cartas al director

Baldosas que gimen en una acera cuasi jurásica

Cuando uno o una, dos o más vamos caminando por una acera lo mejor que nos puede ocurrir es que no suenen las baldosas; porque si lo hicieren, lo mejor que te puede ocurrir es tropezar y visitar cordialmente el suelo con las manos Lo peor es que al mismo suelo mismamente le des un besazo de película o que rompas, disloques una mano, muñeca, Barby, etc. Lo de mi mujer fueron dos dedos de la siniestra mano. Quedó la pobre mujer, por un mes, siniestrísima.
Tengo noticias fidelignas de que en ese lugar más personas cambiaron los propios y diferentes apellidos por el único del Siniestrado.

Esto sucede con cierta frecuencia en Serra Martiñá, en la ¿acera? que propiamente no va, pues que está quieta, desde unos metros a partir de la Carretera de la Granja, hasta el cruce del puente. Casi un kilómetro: va usted -y si no se atreve soy yo el que va y viene- andando por el sitio de autos, pero sin coche, escucha y dice: "qué bien castañetean estas baldodosas". Pero no, está usted equivocado: ¡gimen! pensando en el pobre inocente, desgraciado que pase por allí.

Quisiera yo que el Pleno del Ayuntamiento se diese un detenido paseo por esa jurásica acera (dinosaurios por allí ya no hay, a consecuencia de las caídas ¡Todos muertos, menos mal! y comprobarán in situ que hay baldosas rotas a docenas; otras que no lo están, pero donde estén tampoco se sabe. En varios lugares algunas firmes tuercas, formando jorobas, producto de alguna chapuza remota; y gran cantidad así como encintadas, de tal modo que ni que tuviesen lepra (los encintes digo).

Señor Ayuntamiento venga su excelencia y vea. Vista de ojos quita de dudas. Pero eso sí, si piensa arreglar algo. Sino no le merece la pena, porque las pesadillas nocturnas serían de por vida.