Cartas al director

Ganándole a la abuela

Comíamos en su casa todos los sábados. Al terminar, me escapaba a su habitación para ver los deportes lejos del ruido de los mayores, mientras ella dormía la siesta. Pasó el tiempo, crecí, viajamos, me enseñó a jugar a las cartas, me contó que fue una de las primeras mujeres en conducir en la ciudad, hizo millones de filloas. Pasábamos el verano juntos. A mi hermana y a mí nos encantaba grabarle vídeos, meternos con ella. “Abuela, ¿tú crees en Dios? ¿Y cómo no voy creer?”. 

Cuando empezó a empeorar yo ya estaba lejos. Queda una cartulina que le pinté unas Navidades. La frase que me dijo la última vez que la vi. El recuerdo de la compañía más perfecta que tendré jamás. Decía la canción: “Corazón de pluma, para qué pierdes el tiempo, de andar y andar buscando verdades para encontrar siempre otra pregunta”. 

Hoy es sábado. Estoy viendo los deportes. Llevo la sota y el tres de espadas. Te toca mover, abuela Nieves.