Cartas al director

Un futuro en nuestras manos

Recuerdo mi infancia con gratitud aquellos últimos años de los 80 y el comienzo de la década de los 90. En los albores de mi vida una España crecía a un ritmo nunca antes visto. Un progreso que tenía objetivos bien distintos a los del progreso que ahora persigue afianzaba derechos y políticas sociales. El desarrollo del que hablamos se esfumó, ha cambiado y ya no es desarrollo humano.

Muchas de las cosas que mis padres me enseñaron se han ido perdiendo poco a poco y el hecho de que ellos tuviesen más oportunidades para desarrollar su autonomía lo confirma. Estamos abocados ante unos intereses subrepticios que revientan todo lo público: trasforman nuestra enseñanza (desdeñan lo humano y potencian lo pragmático) y pretenden catequizar desde las aulas, merman nuestro sistema de sanidad, hacen de la dependencia una cosa baladí, secuestran nuestros sistemas financieros, mienten, engañan y roban y en buena medida son responsables directos de los suicidios desesperados de tantas personas que, estando a punto de ser desahuciadas, prefirieron matarse a asesinar. Además de todo esto proyectan la sombra de la inseguridad en las pensiones, ¿qué generación será la última en cobrar pensiones en España para dar paso a un sistema privado?

Nos jugamos mucho en estas próximas elecciones; decidir que es más importante en este momento significará dejar la ideología a un lado y tratar de frenar esta deriva neoliberal. Todos vosotros, amigos, que habéis criado a vuestros hijos en los albores de la democracia pensad qué os enorgullece de ellos pues es seguro que esos valores no han surgido de este modelo de sociedad que ahora impera. Están logrando lo que pretenden: que lo público sea percibido como algo prescindible y de poca importancia.