Cartas al director

Recordando a Leopoldo

Conocí a Leopoldo de Castro al llegar a Toén para hacer allí el MIR. Yo soy de Valladolid y como Leopoldo nació y estudió Medicina allí, me adjudicaron mi primera rotación con él. Fueron solo tres meses, pero fueron intensos. Algunas cosas dejaron en mí una fuerte huella.

Recuerdo el primer día. Me dijo: “Con estos dos libros (señalándome la Psicofarmacología de Baldessarini y el Manual del DSM-III) dentro de tres semanas podrás discutir de psiquiatría con cualquier veterano colega, lo cual no quiere decir que discutas bien, o que hagas bien en discutir ”¸ pero si lo que quieres es saber, aquí tienes una lista de libros (más de cien)”. Me estaba señalando dos maneras diferentes de entender la psiquiatría. 

En esos primeros días le pregunté sobre su visión de la psiquiatría. No me contestó. Y al día siguiente tuvo la deferencia de darme un manuscrito de 12 folios en los que resume todas las vicisitudes de la evolución de la psiquiatría. Lo conservo celosamente, como una joya. 

También me enseñó varios de sus álbumes, me dijo que tenía más de doscientos, en los que plasmaba reflexiones, anotaciones personales, recortes de prensa, y psiquiatría por todas las esquinas. Sus historias clínicas son insuperables. Eran patobiografías literarias. Nunca vi nada igual.

En su texto me dejó un último consejo que llevó grabado a fuego: “La psiquiatría es una cuestión de madurez que ni el tiempo cura”.

Ese manuscrito lo finaliza Leopoldo con un largo poema del que solo me atrevo a enseñar tímidamente un trocito:

Toén de piedra

largo invierno

súbita oscuridad

bajo un sol de hierro

Manicomio inquisitorio

Que fuera de caballeros,

Hoy es fósil y tortura

de colorín y cemento

Creo que Leopoldo fue un hombre y un psiquiatra incomprendido en su tiempo.

Fue el hombre más inteligente y culto que he conocido.