Cartas al director

La discreción de Pepa Vila

Fue bautizada como Josefa Vila, pero para todos Pepa era el nombre por el que era conocida. Una mujer prudente y discreta. La discreción y la innata alegría eran el estilo que marcó toda la vida de quien ayer, tras una larga e incomprensible enfermedad, nos dejó. Su profesión fue el Magisterio, que ejerció en dos etapas de su vida en Galicia y Andalucía, gozando del cariño de sus infantiles alumnos, los más pequeños de la escuela. Maestra en el sentido más real de la palabra, enseñaba y contagiaba cariño, contenidos y sobre todo la alegría que siempre brotaba de sus ojos. Una maestra muy querida y respetada; añorada y siempre esperada a la hora de las clases. Eran, las aulas, el lugar en el que Pepa se sentía en su ambiente, en su auténtica vocación contagiando energía siempre positiva.
Su pedagogía fue siempre entrañable y certera. Era profesora y en las aulas sabía prolongar su inquebrantable estilo maternal. Pero además supo vivir con entereza y señorío los momentos también difíciles por los que atravesó. Llorar en silencio es patrimonio de las personas grandes y ella lo era. Uno de estos momentos fue la pérdida de su hijo todavía tan joven que la marcó en su alma aún cuando trató de vivirlo hacia dentro. Todo ello brotaba de un corazón humilde que la hizo desaparecer del protagonismo que nunca anheló. El segundo plano era para ella su ilusión y deseo permanente cuando tuvo infinitas ocasiones de lucirse ante la galería.
Descanse en paz esta buena ourensana. Los canarios tienen una isa que cantan con gran sentimiento: "En la tumba de una madre nunca se secan las flores, teniendo a un hijo querido que sobre su tumba llore". Tengo muy claro que tanto sus hijos como ya sus nietos van a poner de su parte todo para que esos claveles, rosas y crisantemos, esa flor asiática llena de simbolismo y recuerdos, permanezcan siempre frescos, lucientes y alegres como a ella siempre le hubiese gustado que estuviesen sus seres queridos.
Con el pesar de perder a una madre, en irreparable pérdida para los humanos, resta el recuerdo nunca triste de quien, desde la otra orilla seguirá siendo la madre cariñosa, la consejera cercana y el contagioso optimismo.