Cartas al director

Obituario | Isabel Encinas, un referente de la vida religiosa en Ourense

Sin duda alguna ayer perdió Ourense, y la vida religiosa ourensana en particular, a su referente más notorio. Toda la ciudad reconoció durante décadas a una monja que recorría nuestras calles siempre acompañada. Era la madre Isabel Encinas Diéguez y su inseparable compañía fue la madre Dora.

Mientras pudo todos los días recorría la ciudad siempre luchando por la supervivencia de su comunidad, las Esclavas del Santísimo y de la Inmaculada ubicadas en una casa de la Plaza de Vigo (Plaza de las Mercedes). Al fundador de esta congregación, el célebre jesuita padre Aldama le unía una extrecha amistad con el obispo Temiño de quien había sido profesor y esto facilitó mucho las cosas para que permaneciesen en su actual convento.

La madre Encinas pertenecía a una señera familia de la ciudad y un hermano suyo llegó a ser gobernador civil en varias provincias. Pero ella para nada presumía de su linaje. Ella era única e irrepetible con un carácter envidiable, una sonrisa siempre a flor de labios, y una cercanía con tantos ourensanos a los que conocía desde niña.

Bien hizo la Congregación en dejarla toda su vida religiosa en su ciudad de nacimiento. En 1955 entró en el convento de su institución en Gerona, profesó sus votos solemnes en 1958 y, tras un par de meses en Ferrol vino para Ourense de donde nunca más salió. Únicamente iba a la Toja a tomar los baños que el médico le había aconsejado.

Fue, como decimos, un referente inequívoco con su inconfundible hábito religioso, para la vida de la ciudad pero también para la diócesis como símbolo de vida consagrada por entero a su profesión religiosa. Han sido 92 años los que vivió prácticamente ligada a Ourense que la reconocía. Sus paseos por la ciudad se hacían interminables porque a todos saludaba y para todos tenía siempre una palabra amable. Conocía como nadie a las familias de la capital y se interesaba siempre por cualquier problema que tuviesen.

Muy querida madre Encinas, gracias por su testimonio: gracias por sus palabras siempre de ánimo y gracias por transmitir sin reparo una vocación que vivía hasta la médula.

Sin duda el padre Aldama, entre otros, gozarán en el cielo de su incomparable y siempre grata compañía.