Cartas al director

¡Mi querida Lola! (Obituario: Dolores Álvarez Dominguez)

Era una persona encantadora, respetuosa en grado sumo, mujer de profunda fe, equilibrada en sus consejos, amiga entrañable, cercana de corazón, generosa en su hospitalidad y madre sabia y cariñosa. ¡Qué grande eras, querida Lola! Nuestra amistad y cariño era mutuo desde hace muchísimos años. Curiosamente mientras fui seminarista compañero de su hijo me trataba de tú, pero desde el día de nuestra ordenación fui incapaz de convencerla de que me tratase así en las múltiples veces que acudía a su casa en Vieite donde siempre tenía un excelente vino y un buen jamón para acompañarlo. También fui a las residencias en las que vivía, últimamente (por decidida voluntad propia) para aliviar a sus hijos del cuidado que necesitaba. Nunca deseaba ser carga para nadie.

Jamás olvidaré la noche anterior a la primera misa solemne de su hijo, mi querido y entrañable amigo Manuel González Álvarez. Nos fuimos muy tarde a la cama porque nos dio unas lecciones de espiritualidad sacerdotal única que en la vida puedo dejar de recordar. Nos habló de la fidelidad, de la obediencia al obispo, de la ejemplaridad. Mejor que cualquier semana de ejercicios.

Poseía esa sabiduría popular tan deliciosa que se contagia. Su casa siempre estaba abierta a todos. Vienen a mi memoria muchos momentos allí vividos. Una fue un primero de año muy de mañana en el que fui a felicitar a su hijo. Mientras hablábamos, sin decir nada, fue a la huerta y tras coger una hoja de col fue a por un chorizo a la bodega y lo envolvió en aquella berza y lo puso en las brasas. Nunca manjar superior he probado.

En otro momento fue pasando unos días de vacaciones en mi casa el hoy patriarca de Lisboa y un sacerdote lisboeta. Hicimos un recorrido pasando por el Ribeiro. Paramos en Vieite y desde el patio la llamé, bajó rauda y en la bodega probaron los portugueses el mejor vino de la zona. Cuando descubrió que allí estaba un obispo a poco más le da algo. "Como vou eu recibir na miña casa a un obispo así sin preparar". ¡Grande Lola! que en esta vida también ha sabido sufrir y siempre en silencio y con una extraordinaria dignidad.

Cuanto lamento el que mis circunstancias me impidieran asistir a sus exequias como lo he hecho en todos los momentos luctuosos de la familia. Como siento inmensamente mi ausencia en iguales momentos vividos por mis dos grandes amigos Ángel Feijóo y Camilo Salgado que han perdido también ambos a sus padres recientemente. Bien creo que hoy gozarán en la otra vida de un lugar privilegiado. Mis misas aplicaré por ellos.

Descansen en paz en la certeza de que vivirán eternamente en el corazón de cuantos los conocimos y apreciamos de veras.