Cartas al director

Cuestión de credibilidad

Cruzamos una época mala para la credibilidad. Y menos aún en determinadas profesiones donde los niveles de confianza dejan mucho que desear. Pero independientemente de la profesión y del cargo que cada uno ocupa, la credibilidad personal es un atributo fundamental. Partiendo de la base de que nadie es perfecto, algunas veces hay que hacer malabarismos para cumplir con los compromisos, promesas dadas a la gente. Todos hemos metido la pata en algún momento de nuestras vidas pero a pesar de ello se puede salvar la situación siempre y cuando se cumplan tres requisitos básicos: “se actuó de buena fe”, “se hace un esfuerzo para solucionarlo” y básicamente si no se hace muy a menudo. 

Cada persona es responsable de su mucha, poca, o nula credibilidad. Cada vez que lo que decimos no se corresponde con lo que hacemos nuestra palabra pierde valor. A veces echamos balones fuera culpando al entorno, pero en el fondo no son más que promesas incumplidas. Si ves que no puedes seguir adelante y no vas a cumplir con la palabra dada, dilo. No lo ocultes, asume el error, da la cara. Por más difícil y vergonzoso que suponga, explica las razones. Una disculpa a tiempo siempre inspira más confianza que la mejor de las excusas.

Las promesas rotas nunca pasan desapercibidas...