Cartas al director

Vladímir, “El Tramposo”, Kim Jong-un y otras historietas

Por más que intentaba darle vueltas al coco, no daba con la tecla adecuada para empezar a contar mis pequeñas cuitas de cada semana. Era mi amigo (“El Cínico”), quien, una vez más, acudía al rescate de mi pasajera pájara física e intelectual para estabilizar mis neuronas y ponerme al corriente de lo que está pasando. Y con su sorna habitual, de entrada, me confesaba que se lo estaba pasando pipa con “las increíbles andanzas de Vladímir, ‘El Tramposo’ y Kim Jong-un”, un trío que oníricamente le transportaba a sus felices años mozos de lector del TBO y de otros divertidos cómics de la época. 

Según mi amigo, “el perverso Putin (Vladimir) está en su salsa, porque enfrente tiene al increíble Trump (‘El Tramposo’) y, en medio, al atómico Kim Jong-un y sus soldaditos que parecen de plomo”.

Es posible que en esta particular galería de personajes, alguien note a faltar al bolivariano Maduro y a otros conocidos sátrapas que pueblan la tenebrosa selva antropomórfica mundial. Pero no es necesario salir afuera para encontrarnos con todo un ramillete de protagonistas capaces de interpretar todo tipo de historietas basadas en hechos reales. Por ejemplo, esa especie de opereta bufa en la que se ha convertido la trama Gürtel (Correa, en alemán, ¿les suena?), que un día sí, y otro también, nos recuerda que la corrupción política está enquistada en casi todos los partidos que han chupado poder. Y en medio de todo el berenjenal, irrumpían con fuerza los controvertidos periodistas, Paco Marhuenda, que llamaba “zorra” a la jefa de gabinete de Cristina Cifuentes, y Eduardo Inda, al que los de Podemos sacaban a pasear en su “TramaBús”.

Para suavizar tanta carga negativa, me refugiaba en la lectura del galardonado escritor gallego Antón Riveiro Coello, que hace unos meses tuvo la amabilidad de hacerme llegar su último trabajo “A ferida do vento” (Editorial Galaxia), en cuya portada aparece la imagen de un peculiar personaje de los años mozos que viví a en mi villa natal (Xinzo de Limia).Le llamábamos “Enriquiño Picamoca” y su nombre se sumaba al de otros entrañables “locos” de la época, como el “Turo Vila”, al que no podíamos saludar con un simple “adiós”, sino con un “hasta luego”, porque él consideraba que adiós solo se dice a los muertos. La lección positiva de este literario mes de abril la impartía en Alcalá de Henares el escritor barcelonés Eduardo Mendoza, de profesión, sus magistrales labores…