Cartas al director

Chiquito, pero matón (seguimos en febrero)

Al margen de los cónclaves del PP y de Podemos, celebrados días atrás en rutilantes escenarios de cajas mágicas y de vistas alegres madrileñas, el mes de febrero acostumbra a dar bastante de sí a pesar de su cortedad. Coincide, además, que los fieles de la pagana religión del consumismo han hecho suyo a San Valentín (14-F) para mercadear con el amor en las modernas ‘catedrales’ de los grandes almacenes. Los expertos mantienen que el enamoramiento es una misteriosa reacción química que dura tan solo unos meses, pero que el amor permanece toda la vida. Lejos de creerme del todo semejante milonga, tengo el convencimiento de que, en cuestión tan íntima, cada cual cuenta la feria según le va, tal como suelen sentenciar en mi tierra gallega.

Desde hace 36 años, el 23-F se rememora que un tal Antonio Tejero entró, cual imaginario caballo de Pavía, en el Congreso de los Diputados con la aviesa intención de salvar a España del maldito rojerío. Este esperpéntico episodio nacional, al que no llegó a tiempo Benito Pérez Galdós, nos confirmaba que el mes de febrero es chiquito, pero matón. En mis memorias periodísticas explico que aquella efemérides la viví con intensidad. Agazapado en mi coche, aparcado en la Plaça de la Vila de la ciudad en la que vivo, y rodeado de unos cuantos amigos, pirateábamos con avidez las emisoras de la Guardia Civil y de la Policía Nacional. Mientras tanto, nos llegaban noticias de que más de un izquierdoso conocido ponía pies en polvorosa, camino de la frontera francesa…

Lejos de darme su opinión sobre lo del 23-F, mi amigo (“El Cínico”) me ponía al corriente de otros asuntos de diferente enjundia, como es el caso de lo que hace unos días contaba el The New York Times sobre la carta que firmaron 35 psicólogos y psiquiatras, que alertaban de la ‘grave inestabilidad emocional’ que padece Donald Trump. Ya lo vaticinaba hace unas semanas, el nuevo inquilino de la Casa Blanca está haciendo méritos más que suficientes para que su mandato acabe antes de tiempo. Mi amigo también me contaba la rocambolesca historia vivida por un el ministro belga, al que le robaron la bicicleta mientras daba una conferencia sobre carriles-bici; lo que evidencia que no siempre es rentable predicar con el ejemplo. Los que sí predican con el ejemplo son los vecinos de mi villa natal (Xinzo de Limia-Ourense), que durante un mes se echan a la calle para vivir el jolgorio y desenfreno de su famoso ‘Entroido’ (carnaval), declarado de Interés Turístico Nacional.