Cartas al director

Tiempo de incertidumbre

Cuando el díscolo verano de 2014 ya ha dado sus últimos coletazos, asoman en el horizonte político inciertos nubarrones en forma de diarias advertencias y de veladas amenazas para que no se celebre en Cataluña la consulta del 9-N; porque así lo va a dictaminar el Tribunal Constitucional (TC), constituido por una docena de ma-gistrados,mayoritariamente, elegidos por los partidos políticos que ahora mismo cortan el bacalao en este país. El debate soberanista es un poco el juego del gato y el ratón, mientras desde instancias del gobierno del PP no paran de repetir la monocorde canción del ‘no, no y no’, los soberanistas replican con la del ‘sí, sí y sí’. ¿Habrá o no habrá consulta? He aquí la gran incógnita a despejar en las próximas semanas.

En mi reentré como tertuliano de El Prat Radio, tuvimos la oportunidad, precisamente, de abordar los peliagudos asuntos que se avecinan estos días; es decir, todo lo que concernía a la pasada celebración de la Diada Nacional de Catalunya, así como el estado en el que actualmente se encuentran las siempre complejas relaciones entre Cataluña y España. Tal como era de prever a priori, el debate fue intenso, aunque civilizado, sin tirarnos los trastos a la cabeza. Alguien recordó que la actual situación política catalana se gestó en la transición política, en los tiempos del café para todos, y que la cosa se empezó a complicar a partir del momento en el que el diálogo de sordos reemplazó a cualquier intento de negociación.

En contra de lo que hice en anteriores ocasiones, este año decidí mirarme a una cierta distancia la conmemoración del 300 aniversario del 11-S de 1714 y, una vez más, pude constatar que es el pueblo llano el que decididamente marcaba el paso y que son los políticos los que luego se apuntaban oportunistamente al carro de la reivindicación popular. Pero al margen de todos estos asuntos, lo que más me ha dejado de piedra últimamente es lo de la pitonisa gallega residente en Andorra , que ha largado por su boquita cosas tremendas de su relación con Jordi Pujol. Ante tan esotérica cuestión, y como buen gallego, solo me resta reiterar aquello de que yo no creo en ellas (en las meigas), “máis haberlas hainas”.