Cartas al director

Invitación al baile

Siempre me ha gustado ver a los bailarines moverse por el escenario, con delicadeza y al compás de una bella melodía. Es un placer para los sentidos.

Sin embargo, lo que más satisfacción me da es bailar, hacerlo en mi casa o en las clases de zumba, a las que asisto habitualmente. No soy buena bailarina y tengo limitaciones físicas que no me permiten dar vueltas, sin embargo, no renuncio a moverme al son de ritmos latinos o del tipo que sea. El efecto de bienestar que provocan en mí borra, instantáneamente, mis preocupaciones y cambian mi estado de ánimo para sentirme, a cada nota, más feliz.

Antes de la zumba, estaba de moda la batuka y vendrá otro baile, en el futuro, con un nombre distinto que sustituirá a los dos. Eso no importa. Es fantástico ver cómo los ayuntamientos promueven actividades, prácticamente gratuitas, para acercar todo tipo de ejercicio a los vecinos y vecinas. Nunca se había visto antes a tantas personas de cierta edad moviéndose y pasándoselo genial en unas clases dirigidas por personas expertas.

Tenemos que lamentar la todavía escasa participación del sector masculino en las clases de baile. Si bien está creciendo, poco a poco -dice mi profesor- y donde más se está notando es en el tramo de edad entre 20 y 30 años, toda una novedad.

Bailar es siempre beneficioso, para el cuerpo y para la mente. A los reacios a hacerlo en público, les animo a que prueben y traten de vencer su timidez. Lo demás, vendrá rodado.