Cartas al director

Obituario: De setas con el Padre Damián

Además de todas las cualidades de estudioso y cuidadoso de los tesoros de Oseira que se atribuyen al padre Damián, uno de sus cometidos fue mantener vivo y fluido el contacto con las autoridades y los intelectuales orensanos. Desde que en 1929 los frailes regresan a Oseira, de donde habían sido expulsados en 1835, en el monasterio siempre hubo uno que, sin que nadie lo organizara, se encargaba de mantener el contacto con las autoridades y los intelectuales locales. En los años cuarenta, durante la segunda guerra mundial, fue el francés padre Ernesto , personaje culto de buena presencia y con dotes diplomáticas, relacionado con la resistencia francesa a la que enviaba información facilitada por los cónsules de Inglaterra y Francia en Vigo, a través de su emisora de radio aficionado, sobre los barcos que salían de Vigo cargados con wolframio extraído en Galicia.

Al padre Ernesto lo recuerdo en la librería de La Región, en donde visitaba a mi padre Alejandro y celebraba encuentros más o menos clandestinos con el cónsul inglés desplazado desde Vigo. Años después, y sin las emociones e intrigas de la guerra, el padre Damián se convertiría en el “relaciones públicas” del monasterio al dedicarse a recorrer Galicia buscando donantes de libros para rehacer la biblioteca masacrada durante los muchos años de abandono que sufrió. Y los consiguió . No porque fuera especialmente simpático o cautivador, que no lo era. A pesar de su sequedad castellana, contagiaba su pasión por el monasterio y conseguía donaciones .

Era sumamente generoso a la hora de trasmitir y compartir sus saberes sobre su mayor pasión: Oseira, su historia y sus frailes . Por sugerencia suya, un mes de noviembre de los años noventa pase dos días leyendo la “Crónica de la Casa”, un diario de los aconteceres de la comunidad iniciado en 1929 y del que el padre Damián se ocupó durante años. Me metió en una pequeña habitación -helada, como el resto del edificio- en donde me invitaron a comer los días que estuve allí. A la hora del postre, el padre Plácido, el padre Luis y algún otro, venían a hacer tertulia conmigo. En todos los contactos que mantuve con frailes y monjas de clausura siempre me sorprendió lo informados y enterados que estaban de lo que pasaba en el mundo, ellos también. Una de esas tardes el padre Damián me dijo: ¡Vamos! Se calzó unas katiuskas, cogió dos cubos y dos cuchillos, nos subimos a mi “Escarabajo” azul y nos fuimos a uno de los hermosos bosques que forman parte del patrimonio de Oseira -propiedad de la Diputación- y nos pusimos a coger setas. “Son para la cena de la comunidad”, me explicó.

Especialmente emocionado y agradecido se mostró el día que el presidente Baltar, por iniciativa de Ángeles Fernández, bibliotecaria de la Diputación, fue a entregarle el “Libro de obra de Oseira”, una joya perdida y encontrada en la biblioteca de Benito Fernández Alonso, donada a la Diputación, que volvía a donde tenía que estar, a Oseira.

Para el padre Damián el silencio del, monasterio era lo más apreciado por él, y lo aconsejaba como terapia a los jóvenes díscolos y descarriados . El jueves fue enterrado en el recogido y austero cementerio de los frailes, acompañado de los vecinos de Oseira a los que conocía por sus nombres.