Cartas al director

Yo también decía

Lo decía convencido, no sé si por sentirme arrastrado por la costumbre creada en casa por mi madre y mis tías, todas ellas muy puestas en la religión y quizás practicantes en demasía. Mi padre siempre se mantuvo al margen sin hacer peso en ninguna de las balanzas, como que dejaba que cada uno fuese encontrando su propio espacio y camino para encauzar y tranquilizar la conciencia.

Tenía yo un convencimiento de que algo con súper poderes debería de haber para que las cosas surgieran con fluidez y cierto sentido, creando en nosotros una imagen de que las cosas las estaba moviendo alguien sobrenatural con extremo poder y con una vara de medir que casi metía miedo, así nos lo inculcaron he hicieron entender.

Fueron muchos años envueltos en el manto de la divinidad creída, aunque nunca realizada, ni puesta en escena y mucho menos vista. Nunca hubo una manifestación de tal existencia más allá de lo que mi mente me hacía creer. No voy a negar que aquellas creencias mantuvieran ciertos valores y estructuras de orden para crear un cauce de buenas conductas positivas y a la postre formadoras de un carácter útil para la convivencia, claro que no. Fueron muchos años viendo le que no se veía, buscando apoyo donde solo había mi propio convencimiento.

Ahora con los resultados en la mano sacados de la pausada y reflexiva observación de la vida, ese mito se me desmoronó como un gigante con pies de barro y sostenido a base de la inculcación de un uso a ciegas de extraordinarias dosis de fe, esa frase recurrente en demasía cuando la realidad se pone por delante con autoridad manifiesta y con resultados tangibles, no sobre las hipótesis que promulga el uso de la grandes dosis de la manida fe.

Todo lo que las diferentes religiones nos vendieron después de más de dos mil años está por probar, nuestro más cercano representante “salvador” vendido como omnipresente, todo bondad, y en mayor medida justo, no hace honor a tales virtudes y ocasiones no le han faltado, pues de ser así no dejaría a su suerte incluso a sus mayores seguidores incluyendo a los más indefensos, cuando de ser cierto habría de tomar parte activa en el curso de muchas vidas injustamente castigadas y no me refiero a lo económico precisamente.

Solo se entiende que esto es el gran fallo del que se le han atribuido los poderes de la creación, pero vistos los resultados por acción u omisión es un fallo de magnitud suprema reprochable en todo su extensión.