Cartas al director

Actualizar la "religión"

Recientemente y con ocasión de los asesinatos realizado en París, algunos políticos y sociólogos han reclamado una participación más activa de las diversas religiones en una tarea de crear instrumentos para la pacificación real y efectiva. Sin duda se ha de distinguir lo que se hace en nombre de la religión sin que tal religión lo ampare y lo que puede amparar realmente la religión. Los hechos históricos que conocemos como religiones constan externamente de un sinfín de realidades de todo tipo, en las que podría decirse que cristaliza en una determinada población ese mundo de lo sagrado.

Las diversas formas de religión coinciden en determinados aspectos comunes, no siempre presentes en el mismo grado de intensidad ni de la misma forma en cada una de ellas. Desde esas coincidencias se pueden pues intentar la construcción de una estructura ideal de la experiencia religiosa. Podemos resumir los rasgos esenciales de la religión así: la experiencia religiosa determina la conducta del sujeto; es vivida al mismo tiempo de forma insuperablemente oscura y sumamente cierta; repercute en todas las facultades humanas y desencadena sentimientos muy intensos y peculiares de paz, sosiego, sobrecogimiento y maravillamiento.

Todas esas experiencias tienen su principal característica en el hecho de tener como término el Misterio, con sus rasgos de absoluta trascendencia, íntima inmanencia y asunción de la iniciativa. Los elementos fundamentales de la actitud religiosa no se hacen inmediatamente visibles en los múltiples actos religioso, ritos, gestos, fiestas, cultos, sacrificios en los que se expresan y visibilizan. Esa es la razón por la que se puede hablar de una constante renovación y actualización de la religión.

La reciente reedición de una obra fundamental de Karl Rahaner, “Cambio estructural de la Iglesia”, inspirador intelectual del desarrollo del Concilio Vaticano II, ofrece iniciativas para alimentar la nueva primavera en la Iglesia Católica. Son propuestas de 1971 que todavía hoy tienen actualidad. No es una invitación al laxismo, sino a aquello que nos exija sean las demandas del Amor, de la Justicia, de la Paz (resumen de toda la moral) y no las de una simple ley moral. La actualización de la religión y de la Iglesia requiere ampliar los muros y superar los guetos sectarios de todos los nacionalismos. Es actualizar el pensamiento de Pablo.