Cartas al director

Cabemos todos

 Algún politicólogo sostiene que la democracia se sustenta en dos creencias o ficciones. Por un lado, la que entiende que el disponer de la mayoría por parte de la opción más votada implica automáticamente que esa opción expresa la voluntad general. Cuando, de hecho, la elección es básicamente un mecanismo técnico para seleccionar a los gobernantes. La otra ficción es que el triunfo mayoritario del día concreto de las elecciones, da legitimidad para tomar decisiones todo el tiempo que dura el mandato. El nivel de información de los ciudadanos, la rapidez con que se modifican las situaciones políticas en un mundo cada vez más interdependiente, la propia asimetría de recursos, de los diversos pueblos y naciones, todo ello indica la dificultad para mantener una sociedad cohesionada. 


La vitalidad de una democracia se mide por la capacidad de tolerancia o de inclusión de minorías en el proyecto general. Democratización y redistribución son dos conquistas del estado liberal, pero hoy ese liberalismo se ha quedado raquítico; se requiere un sistema más integrador de aquellos sectores que no han disfrutado de un sistema de igualdad de oportunidades real en el que nadie se encuentre extraño.