Cartas al director

La condena 
del franquismo

Recientemente en el Parlamento gallego se ha condenado el franquismo. De alguna manera el franquismo ha sido condenado ya por la instauración de la Democracia. Sin embargo esa condena ha sido insuficiente y tibia en la medida en que el espíritu democrático no ha tenido un desarrollo social, político y psicológico suficiente. El franquismo no sólo fue un cúmulo de crímenes sino la instalación en la conciencia de muchos ciudadanos de una moral y de otra concepción cainista del mundo. Al franquismo se respondió actualizando un pensamiento moderno que nos pudiera equiparar a otros pensadores de Europa principalmente.

La nueva moral desarrollada por la democracia se basa en la concepción de la sociedad y de la persona con muchas influencias del cristianismo de Alfonso Carlos Comín, el Padre Llanos y García Nieto, Vicente Enrique Tarancón, Quiroga Palacios y por los líderes de la Transición socialistas, comunistas y liberales. Pensamos que la Transición terminaba con la proclamación de la Constitución. La realidad nos hace patente que ahí comenzaba precisamente la andadura política: el llevarla a la práctica.

No hay que confundir la prudencia con la apatía, con lo que simplemente vendría a ser una modalidad de temor amenazante insuflado por el franquismo, la del miedo a equivocarse, a deslizarse, a resbalar, a precipitarse. El cuidado no supone la inacción ni la reclusión de nuestras esperanzas iniciales. La democracia es una suerte de aventura.

Siempre esperamos que los demás hagan cosas por nosotros. A veces demasiado. Podría ocurrir que nos costara reconocer lo que hacen o hicieron, pero en todo caso, enredados en invocar lo que a ellos les corresponde. Nuestra libertad comporta un pacto de la sociedad consigo misma que nos convoca a un desafío para desarrollar los requerimientos de una sociedad democrática, rica y profunda. No caben dejaciones. Comprenderlo nos libera de evasivas para afrontar nuestra incuria e inoperancia. Los tiempos complejos en los que vivimos nos han evidenciado las tramas de expertos en paralizar, hasta en aconsejar la máxima quietud. Se dice que en espera de tiempos oportunos, si bien estos tienden a llegar por sí solos. De ahí que no convenga dejar para otros lo que en realidad nos compete a todos, pero a unos más que a otros.