Cartas al director

Diálogo y pacto

En  el mundo en que vivimos, con opiniones tan diversas, con una libertad de opinión hipotecada, con una masa crítica ética tan vacía, hacer política a favor de los excluidos y de los pobres, del desarrollo estable y justo, es tarea harto difícil. Las posiciones de enfrentamientos guerreros fueron sustituidas por otras que intentaran introducir racionalidad en el diálogo y en el pacto. Los resultados no pueden ser más desastrosos. Las desigualdades se han disparado desmesuradamente, el discurso economicista del lucro  se ha impuesto frente a los valores del respeto a los otros y a los más necesitados. Los gobernantes cada vez se distancian más de los problemas reales de los gobernados. 

Saber resistir no es poco. Pero ello requiere algunas condiciones. La humildad no sólo es un valor de los místicos sino también de los políticos avezados en el arte de navegar en aguas contradictorias. Los grandes estadistas lo fueron, en gran manera, porque en los momentos de crisis profundas supieron ser objetivos y decir la verdad a los ciudadanos. Sólo así pudieron pedir sacrificios a los ciudadanos

No obstante, decir la verdad no suele ser suficiente. Cada uno tiene “su” verdad y enquistarse en la “suya” es distanciarse de la de los “otros”. La verdad la fabrican los poderosos, que son los vencedores. La Transición, con todas las imperfecciones que podamos achacarle, nos ha evidenciado una constante: hacer política en el mundo moderno requiere hacer valor  de las opiniones de los diferentes. Creerse en la razón política por sentirse dueños de los medios de información y de la economía, es una estrategia con poco futuro.