Cartas al director

Me duele Cataluña

Cuando un pueblo quiere independizarse debe ser tratado con respeto, de la misma manera que los que no quieren, los que prefieren vivir juntos. Me duele Cataluña porque ha tolerado que se desarrolle un sistema político trufado de sospechas de corrupción en las más altas instancias. La tolerancia no es suficiente para producir tantos estragos, sino que se requiere una colaboración activa y una justificación.

El Sr. Maragall, en una de sus intervenciones en el Parlamento de Cataluña y ante la agresividad de los parlamentarios de Convergencia i Unió, les dijo: “Lo que les molesta a ustedes es el 3% o 8%” –se refería al canon que habían de pagar los titulares de contratos para que “alguien” los cobrase-. El president se vio obligado a retirar su intervención debido a las presiones recibidas provenientes no solamente de Convergencia i Unión sino también de otros sectores.

Decía Rawls que cierta concepción de la “verdad” era incompatible con la ciudadanía democrática y el poder legítimo. La democracia no tiene por objetivo alcanzar la verdad, aunque así lo piensen muchos ciudadanos, sino decidir con la contribución de toda la ciudadanía sobre la base de que nadie –mayoría triunfante, élite privilegiada o pueblo incontaminado- tiene un acceso privilegiado a la objetividad que nos ahorrará el largo camino del debate parlamentario. La cuestión de la verdad sólo tiene lugar en la política en el seno de una pluralidad de valores en conflicto dentro del cual se decide qué es correcto. La política de eliminar al contrario en toda la época del puyolismo ha conducido a un consenso de cómo tratar lo público: al servicio de la Cataluña puyolista. Cataluña es una sociedad muy plural, en la que el valor del nacionalismo lo ha cubierto todo. La superposición del valor independencia sobre los demás valores es lo que hace doler Cataluña.

Con el valor del independentismo se trata de ocultar otros valores más representativos de la Cataluña real. En esa labor de ocultamiento de los valores de la Cataluña no ha estado solo el actual presidente en funciones de la Generalitat, sino que se ha rodeado de una corte; la oposición se ha dejado seducir por los encantos del poder. Entre muchos se construyó el “paraíso catalán”. La falta de espíritu crítico incapaz de restituir la realidad es lo que hace doler Cataluña