Cartas al director

La confianza en la política

El reto de la recuperación de la necesaria confianza de los ciudadanos en las instituciones políticas y sociales pasa por una mejora de los procedimientos democráticos que permita superar la peligrosa dualización creada entre los “políticos profesionales” y “nosotros los ciudadanos” de base. Algo que solo se podrá lograr cuando muchos ciudadanos, incluidos los afiliados a los partidos políticos, se sientan como auténticos protagonistas de la acción política, como auténticos corresponsables en las grandes decisiones que afectan al conjunto político, económico y social.

El mejor indicador para evaluar el grado en el que se está en condiciones de superar la dualidad de “ellos-nosotros” es la conciencia de que aquello que tú piensas o prefieres no está siendo objeto de distorsión o contradicción por parte de quienes te representan, que lejos de actuar de manera diferente a tus preferencias, lo hacen en perfecta sintonía, validada por la cercanía y por la mayor frecuencia de las consultas ciudadanas o intrapartidarias.

No están en los cierto quienes se posicionan en contra de las corrientes sociales de fondo de nuestra sociedades y de la demanda ciudadana de más calidad democrática, intentando poner dificultades siniestras a la real participación ciudadana e incluso de los militantes de partidos políticos. Afiliados a los que se le ha llegado a considerar como “sectarios”, cuando reclaman el derecho legitimo a participar en la organización de la sociedad. Los procesos actuales de “regeneración” de los partidos muestran que las llamadas “minorías silenciosas” están pugnando con grades dificultades a veces insalvables, para hacerse oír.

Probablemente, lo evidente de las demandas de una nueva ciudadanía activa y políticamente madura, comprometida con la equidad, el feminismo, la trasparencia en la gestión, el derecho a la diversidad, es lo que está movilizando a sectores hasta ahora alejados de compromisos ciudadanos. Sin embargo los poderes de los poderosos, no siempre legítimos, son muchos y están instalados en los espacios más recónditos de la sociedad. Han sido capaces de abortar iniciativas brillantes que sólo han salido a luz gracias a la constancia de ciudadanos en su momento minoritarios. Contra ellos sólo cabe la esperanza, la confianza y la perseverancia.