Cartas al director

Momentos de concordia

La aspiración a la plenitud y a la realización interior se encuentra en el espíritu de todo ser humano, desde los tiempos más remotos. Si nos cuesta encontrarle un nombre es porque adquiere formas extraordinariamente diversas. Quisiera detenerme en una, porque ejerce sobre nosotros una rara fascinación y orienta hoy nuestra búsqueda personal. Durante siglos, la necesidad de plenitud ha sido interpretada y orientada en el marco de la experiencia nacionalista. La palabra remite a realidades múltiples. El nacionalismo ha sido y es una comología, una moral, un cemento comunitario, un fundamento del Estado y de la política. Este término también evoca una relación con una instancia inmaterial, situada por encima de nosotros, a la que podemos referirnos como el absoluto o el infinitos, lo sagrado o la gracia. No han faltado otras formas de realización interior, pero al carácter de una doctrina que las enmarque y justifique en el en una perspectiva  universalista, han quedado al margen de la conciencia y se ha vivido por algunos como una limitación y por otros como la expresión del absoluto.

El nacionalismo sólo encuentra justificación en la medida en que se contemporaniza con los otros nacionalismos. Una idea asentada es que la democracia sólo es posible si existe un consenso sobre valores básicos. La democracia no elimina el conflicto sino que establece las reglas para superar los conflictos. El consenso que verdaderamente importa, el que es condición necesaria, es el “consenso procedimental”. El acuerdo sobre las reglas de juego. Una sociedad política sin “una” regla de resolución de conflicto es una sociedad expuesta a pelearse por cada conflicto. Por lo tanto, el consenso básico que necesitamos en la vida política catalana es un consenso procedimental sobre “quien” tiene el derecho de decidir “comó”. Dicho consenso ha de emanar de la voluntad de todos los participantes.

Se necesita acordar como convivir en el desacuerdo. La democracia no es el resultado de un consenso previo sino el efecto de ese consenso sobre las reglas para obtenerlo. Lo necesario es la ley que establezca la representación de todos y los diversos ciudadanos y en que proporción.