Cartas al director

Reformas necesarias

La sociedad es un constante diálogo con las diversas fuerzas sociales y los movimientos sociales. Los partidos consagrados en la constitución como espacios de este diálogo debería estar prestos a encabezar este encuentro. No es así. Están enquista- dos en lo que denominan la “tradición” y conculcan la tradición fundacional: la del progreso, de la libertad, de la igualdad, de la tolerancia y de la solidaridad.

La izquierda surgió como contestación a la injusticia social, al autoritarismo, a los poderes fácticos, al corporativismo y a todo tipo de opresión. El mayor enemigo de la izquierda es la “izquierda” misma en la medida en que no asume las razones de su ideología fundacional. No le han faltado seductores de todo tipo para hacer descarrilar el proyecto primigenio. Las alianzas con el capital más reaccionario, pretendidamente coyunturales, se han convertido con demasiada frecuencia, en estructura- les y han formado parte del bagaje, como si se tratase de doctrina común. Se ha impuesto el modelo de sociedad liberal sin la libertad de la mayoría, hipotecados por el consumismo y las falacias mercantilistas. Al haberse reducido los procesos de legitimación a una simple votación con las cartas marcadas, se desdibujaron e hicie- ron desaparecer los procesos discursivos en los cuales las formas de la autonomía ética, política y jurídica cobran sus respectivos roles.

Con demasiada frecuencia las mismas estructuras de las organizaciones dificultan la participación de las personas en el proyecto político fundacional. Las personas solo pueden alcanzar capacidad política si participan activamente en los procesos que conforman las leyes que sirven para la regulación de un orden determinado y si son capaces de concebirse como los originadores de las normas a las que ellos mismos están sujetos como ciudadanos. La política deliberativa, del pacto y del enten- dimiento solidario entre los diversos acto- res sociales debe sustituir tanto al modelo liberal individualista como al instrumental falsamente socialista de la acción política.

La participación en la acción política no constituye el sistema, pero contiene la esencia de su personalidad. Debemos saber como intervenir para controlar los mercados y sustraer nuestra acción a su totalitarismo. Hay demasiados ámbitos de la vida en que no podemos confiar en que hacer lo que más nos conviene a cada uno de nosotros sea la mejor manera de satisfacer nuestros intereses colectivos.