Cartas al director

El robot productivo

Las grandes organizaciones educativas ostentan entre sus cualidades la capacidad para sumirse en una constante renovación. Hemos asistido a un permanente errabundeo al tratar de unir la productividad y la educación. No es una tarea fácil. Algunos pedagogos  se han empeñado con energía en la creación del “hombre unidireccional”, el “superespecialista”, el “robot productivo” como el paradigma del productor y del empresario competitivo. La experiencia de la reciente crisis evidencia que este paradigma, lejos de aumentar la productividad de la organización empresarial, ha servido para incrementar la pobreza a los niveles de la Segunda Guerra Mundial y no ha incrementado significativamente el indicador  de productividad de los individuos.


Para algunos creadores de capital humano es urgente y necesaria la tarea de determinar la parte de corresponsabilidad en la gran crisis y poner las bases para recuperar la credibilidad pérdida. Una credibilidad imprescindible para actualizar la confianza de los ciudadanos. Es necesario modificar el sistema de enseñanza no sólo en lo que se refiere a su organización, sino también a los objetivos a conseguir y las mejores estrategias a desarrollar.
Algunas escuelas de negocios han decidido fortalecer cursos de ética, de responsabilidad social y de deontología profesional. Sin embargo eso no es suficiente mientras no se profundice y se resitúe a la persona en una dimensión más integral. Una persona o un pueblo desmoralizados no están en su vital eficacia, no están en posesión de sí mismos, están alienados, viven la vida que le imponen otros y así no son capaces de proyectar su vitalidad.
El actual sistema educativo está referido al  principio de consumir-producir mejor y rápido, sin fijarse en aquello en el que se basa toda la sociedad: el bien solidario participado.