Cartas al director

El sentido del deber

El sentido del deber es un recurso al que acuden algunos ciudadanos para justificar acciones que no tienen la aprobación social. La ley, como el deber, no lo justifica todo. La historia de la civilización ofrece un número muy amplio de víctimas que no se avinieron a conformar su conducta a un deber emanado de la injusticia. El general de la Guardia Civil Aranguren Roldán, el pastor luterano Dietrich Bonhoeeffer entre otros muchos, se opusieron al fascismo y fueron ejecutados por cumplir con su deber.

Es al menos discutible que el deber de proporcionar la seguridad de un ciudadano haya de gestionarlo el ministro del Interior en persona. Si así se hiciera habría, en el mejor de los casos, acepción de personas.

Nadie duda que el sentido del deber de todo ciudadano sea velar por la seguridad de las demás personas, de ahí se deriva el auxilio en caso de peligro. Los diversos empleados del ministerio, ese deber, lo tienen de oficio. En el organigrama hay una distribución de funciones. No todos podemos relacionarnos con todos. El sentido del orden debe prevalecer entre aquellos que tienen por función hacer guardar el orden. De otra forma se convertiría en la casa del desorden. El sentido del deber debe inducir a guardar y hacer guardar ese orden.

Lo más grave de la corrupción política no es la aireada corrupción de ciertos políticos, sino la más oculta e insidiosa corrupción de la política democrática misma. Lo que importa no es tanto la conducta irregular de algunos, como el hecho de que el sistema que en principio nos representa a todos anime, ampare o deje sin sanción aquellas conductas.