Cartas al director

Sobre el referéndum

 El referéndum escocés, así como el del "Brexit", los dos ganados o perdidos, según se mire, por una diferencia pequeña, un poco más del cincuenta por ciento en ambos. Estos referéndums me hacen reflexionar sobre el hecho de que una mayoría simple, es decir, la mitad de la población, decide lo que quiere en contra de la otra mitad. Algunos dirán que así es la democracia, y muchas veces así se gobierna. Pero en cuestiones tan trascendentales, pienso, ¿no se necesitaría más quórum? La reforma de nuestra Constitución necesita un consenso amplio.

Todo esto viene a cuenta del referéndum catalán. Si los catalanes quisieran la independencia pongámosle, por un ochenta por ciento, no habría estado democrático que lo parara, pero este no es el caso. En las anteriores elecciones al Parlamento de Cataluña, se habló de un plebiscito. Un fracaso, que le costó el puesto al presidente de la Generalitat. Tuvo un escaso porcentaje, dependiendo del análisis, y de alguna formación que todavía no lo tiene claro. Unos puntos superior o inferior al cincuenta por ciento. De aquellos polvos estos lodos, coaliciones impensables en otros países, por tocar pelo. Decisiones unilaterales y mucha corrupción en la derecha catalana arrastrada de décadas de gobierno. Plantean una consulta con pocas garantías. Todo por el "procés", sin meternos en asuntos económicos, que también los hay. Mientras, el nacionalismo español se pone de perfil o insta como es habitual al anti catalanismo y su rendimiento (ahora le ven las orejas al lobo). El pueblo catalán tiene derecho a decidir y así lo ha hecho y así lo hace, tanto como el pueblo gallego, donde mayoritariamente manda la derecha, bien es verdad que por una mayoría pequeña, pero suficiente. Mi corazón nacionalista (aunque hoy escriba en castellano) también me exige el derecho a decidir, pero todos sabemos la respuesta.

Creo que mientras no tengamos una mayoría amplia, y estoy hablando de Galicia, lo que podemos pedirle y exigirle al Gobierno, en que gobierne para todos, con trasparencia, con unos buenos servicios públicos. La defensa del gallego y de nuestra identidad cultural. Sin clientelismos y caciques que todavía se creen con derecho de pernada.