Cartas al director

Presunto

Las obras de arte valiosas siempre suscitan emoción e incluso conmoción en personas expertas y de suficiente sensibilidad artística. Pero estos días también se escuchan voces afirmando que toda obra de arte implica transgresión; afirmación que merece sitio en el registro de flatus vocis porque la actuación del pregonero en Compostela equivale a la de un pintor que expone en la galería de arte de Nueva York lienzos de Dalí, Picasso o Laxeiro chorreados de lejía o mierda so pretexto de transgredir para revalorizar los originales. O si, trasladando la figura transgresora al arte culinario, un gourmet recibe invitación para cenar en el mejor restaurante del mundo (mesa de caoba, mantel de seda, vajilla de porcelana, copas de cristal) y degustar cocina delicatessem de ejemplares de ostra plana cultivada en parque de cultivo de Carril valoradas en carta a 200 euros/docena y vino albariño de Cambados de 100 euros/botella en precio de carta. Y apenas servido. Este gourmet reclama al camarero tabasco para adobar las ostras y Coca Cola para mezclar en la copa del albariño. El camarero, atónito, interpretaría que el gourmet es de hecho un ignorante o quizás un sujeto que busca ofender al cocinero con intención no confesada de lograr fama y prosperar. En analogía tal fue el pregón del presunto artista y sus coristas.