Opinión

Se acabó el plazo de cortesía

Se acabaron con creces los plazos de cortesía. No me refiero, quede claro, al levantamiento de la proscripción del insulto o descalificación gratuita, ni tampoco a pasar por alto la necesaria educación en el trato. Esta crítica nada tiene que ver con la persona, sino que pone en solfa el ejercicio del cargo de alcalde, el más alto gobernante de esta ciudad. Sirva esto como prefacio. Y es que han pasado, no ya cien días, sino año y medio desde que, tras las elecciones municipales de mayo de 2015, se produjo el cambio en el sillón del consistorio municipal. Año y medio es tiempo más que prudencial para empezar a exigir cuentas y a censurar la labor de gestión municipal. Los órganos directivos de las sociedades lo hacen cada año, y nadie se sobresalta por ello; por eso acépteme ahora estas líneas de crítica que, como tal, es absolutamente personal, y seguramente será a su vez pasto de reproches por parte de otras voces igual o más legitimadas que la de quien ahora escribe. Es lo que tiene decir las cosas públicamente. Va de suyo. 

¿Cómo estamos ahora, tras año y medio de nueva alcaldía? ¡Oh!, pues andamos casi casi en precario, señor alcalde. Me voy a adelantar a su justificación: sé perfectamente que no tiene mayoría en el Pleno, que 10 concejales (los suyos) son menos que 17 (los de la oposición), pero también sé, y usted sabe, que las competencias del alcalde son amplísimas de acuerdo con la legislación municipal; sospecho que no es tan ingenuo como para que hubiese pensado el día que blandió el bastón de mando que esto iba a ser un camino de rosas; y sé que no le es ajeno el hecho de que tampoco el gobierno de la nación se sustenta en una mayoría parlamentaria, pero va tirando el país, mal que bien, hasta las próximas elecciones generales. Por eso no me vale ese argumento numérico. Y como no me vale, anoto en su debe (y en el de su equipo, del que es usted capitán) con suspenso la nefasta gestión en la (no) apertura del mercado de A Ponte. Es increíble que a estas alturas siga cerrado ese edificio, que serviría de lanzadera para revitalizar un barrio tan importante para la ciudad. Supongo que si a alguien han de pedirse explicaciones y responsabilidades, es a su gobierno municipal.

¿Hablamos del PXOM? Ya, ya sé que usted entró en la alcaldía sin plan urbanístico en vigor, pero algunos de sus más cercanos a lo mejor tienen algo que decir al respecto, pues el planeamiento anulado fue parido por esas y otras mentes que ahora miran para otro lado, impasibles, hieráticas, pues aún es hoy el día en que esperamos una mínima autocrítica por aquel desaguisado urbanístico. Y si hasta ahora no ha logrado un mínimo consenso, quizás es porque se mantiene en enroques inadmisibles para la oposición. Pero sigamos repasando gestión: dijeron ustedes, con enorme ligereza, ¿lo recuerda?, que en quince días arreglarían los contenedores subterráneos de basura…, y sin embargo ahí siguen esas moles en la superficie de nuestras calles, ocupando aceras, desprendiendo olor, rebosando bolsas de basura, mientras la brillante infraestructura bajo tierra sigue muerta de asco, esperando a que pasen otros quince días, y otros quince días más…

Me queda poco espacio, así que continúo en modo telegrama: las termas y su entorno producen vergüenza y pena, pese al lujo que su existencia implica. No es de recibo ese abandono, señor alcalde, y no hay foto que palíe tal dejadez. Y lo del Puente Romano es para monográfico, mas digamos ahora adiós a piedras centenarias que se han ido para no volver, y digamos hola a una iluminación borracha de tanta modernidad.

Pero, señor alcalde, como lo cortés no quita lo valiente, he de reconocerle su acierto al negarse a abrir el centro de salud de O Couto pese a la chulería del Sergas. Ahí le doy todo mi apoyo. En lo demás, permítame esta sana crítica, dicha sea con el debido respeto.

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