DERBI GALEGO

El Celta de Aspas asalta Riazor

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photo_camera El defensa portugués del Deportivo de La Coruña Luisinho (d) salta por el balón con Iago Aspas, delantero del Celta de Vigo

El gol creado entre Wass, Beauvue y Aspas desniveló un derbi refrenado que cierra la mala racha liguera celeste

Es el derbi para el Celta algo muy íntimo, pero que englobar en un mensaje futbolístico cosmopolita. Por eso, ayer fue el partido de Iago Aspas, canterano y goleador por primera vez en Riazor, y de Claudio Beauvue, franco-guadalupeño que puso su potencia, su sonrisa y su calidad al servicio de la victoria ante el Deportivo. Un triunfo rompedor de mala racha tras un partido de mucho control roto por una acción de extrema calidad entre Wass y los dos arietes mentados.

La sensación de riesgo es subjetiva. Unos disfrutan en las torres más altas y otros se marean en su balcón del primer piso. Con el ambiente hirviendo alrededor, como corresponde a un derbi, Deportivo y Celta salieron a rebajar pulsaciones y a no arriesgar. Futbolísticamente, para los celestes esa intención se traduce en la posesión y para los deportivistas, en el repliegue. Dos planteamientos complementarios, dos tácticas que no chocan, con lo que el choque se traslada al uno contra uno en el que se sustanció gran parte del encuentro. Y no sólo por la apuesta habitual céltica, sino también por la herculina.

Los dos equipos medían consecuencias antes de ejecutar. Nada para la galería, todo bajo el guion. Con la posesión en su poder, al Celta le faltó fluidez en el pase, sobre todo, obviamente, a partir del centro del campo, donde el Deportivo fijaba su primera trinchera. Se echaba de menos la clarividencia de Fontás, con los dos centrales, los laterales y los dos mediocentros –Tucu y Wass– muy apretados y sin apenas opción de superar líneas con sus desplazamientos. Una de las pocas veces que sí lo había logrado, en el minuto 6, Borges llegó antes que Guidetti a un balón dentro del área y el sueco golpeó la pierna del deportivista con tan mala pata que se lesionó. Por él apareció en el campo Beauvue y el origen del juego ofensivo celeste se adaptó a una nueva posibilidad: balones altos al delantero, porque el galo los baja todos.

A Beauvue le faltó compañía para crear verdadero peligro. Lo mismo que les sucedió a Joselu y Borges, las dos boyas del fútbol del Deportivo, que seguía un discurso clásico: buscar por el centro a sus dos torres, quienes o bien forzaban una falta para permitir a su equipo adelantar líneas o bien bajaban el balón y buscaban las bandas, poco activas en la primera mitad.

Los dos planteamientos se bloqueaban mutuamente y no hubo nada que contar en las áreas hasta el minuto 38. Cuatro ocasiones, dos por bando, para confirmar lo paradójico del fútbol: el equipo que más apostaba por la posesión se acercó más con un saque de banda lateral –que acabó en una larga acción en que la salida a hacer turismo de Lux finalizó en un centro sobre el área y un cabezazo tenue de Bongonda– y con una contra tras acción a balón parado local –con gran pase de inicio de Beauvue y carrera de Wass con tiro final que golpeó en Albentosa–; y el equipo que más cifraba todo a la verticalidad y a la estrategia, llegó dos veces por juego, con Bergantiños dinamitando el sistema defensivo celeste llegando al área no por fuera, sino por dentro, aprovechando el hueco entre Roncaglia y Jonny –de sus dos pases atrás, uno lo cortó Radoja y otro lo remató Fajr desviado desde el borde del área–.

Con el descontrol amputado –la única concesión, y gorda, fue el craso error de Roncaglia justo tras el descanso que Borges no supo aprovechar ante un gran Sergio–, el paso de los minutos iba madurando las propuestas. Porque al Celta le pesaban los esfuerzos y al Deportivo lo empujaban el rearme anímico tras la llegada de Mel y la grada de Riazor. Eso significó que la apuesta por la posesión celeste pasó a mejor vida en el inicio de la segunda parte, con un conjunto local más  ávido de balón. Para los de Berizzo, el encuentro se tornó en persecución. Eso sí, sin pasar más apuros que los provocados por un Carles Gil 'rebuldeiro' tirando diagonales desde la banda derecha, donde el lateral Juanfran comenzaba a aparecer más, generando sensación de peligro más que peligro real.

En las mentes de todos los presentes en el partido, física o televisivamente, se fijaba una premonición: un gol decidiría el derbi. Y lo hizo al poco de salir Pione Sisto al campo. El danés apareció en un par de ocasiones por la zurda aprovechando un cierto relajo deportivista. Y en una de ellas, cedió el balón al ubicuo Wass, quien tiró un cambio de juego perfecto hacia la derecha, donde moraba Beauvue. El galo se sacó de la manga un centro perfecto y Aspas, en el corazón del área, resolvió con sencillez de asesino. Tres toques de balón; tres detalles de calidad entre un aluvión de esfuerzos bien intencionados; tres puntos que rompen la mala racha liguera –y dejan la sexta plaza a diez puntos y la séptima a seis–. Y, sobre todo, un derbi ganado. A descansar.

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