INVESTIGACIÓN - OURENSE

La coartada del sospechoso de matar a un agente: veía pádel en Monterrei

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photo_camera Uno de los hermanos investigados por matar a un compañero (con visera), además de los anónimos y el robo de armas, en su casa de Toén.

Los gemelos investigados definieron ante la jueza al policía fallecido como una persona "enervada" por las decisiones de los jefes

Los dos agentes investigados, entre otros delitos, por el supuesto homicidio de Celso Blanco a las cinco de la tarde del 9 de abril de 2016 en su despacho de la comisaría tienen una coartada que los sitúa a nueve kilómetros. Ambos, según su declaración en Instrucción 3 en octubre de 2016 en calidad de testigos, la única que por ahora consta en sede judicial, estaban fuera del escenario del crimen.

Las imágenes de las cámaras de seguridad dejan claro que Roi D.L. entró en el garaje de la comisaría a las 15,12 horas con su Volvo XC90 y salió al cabo de un cuarto de hora para, según dice, hacer unas compras en el Ponte Vella. Posteriormente, regresó a las 17,11 horas para recoger el todoterreno y se fue al Complexo Deportivo de Monterrei (Pereiro de Aguiar), en donde lo esperaba su hermano Bernardo, quien, según su versión, llevaba allí desde primera hora de la tarde. El repetidor sitúa su teléfono móvil en ese lugar, aunque sin tráfico de llamadas ni mensajes. Pero, "no hay declaración testifical o documento alguno que acredite su presencia en la instalación deportiva", aduce la jueza a la hora de valorar los indicios sobre un homicidio.

Esa misma mañana, cada uno había bajado a Ourense en vehículos distintos pero un mismo pretexto, hacer compras, aunque Roi D.L. estuvo en la comisaría, en donde aparcó el Audi cuyo titular es su hermano. Este coche quedó allí estacionado porque le dio un problema con una luz amarilla.

Esta es la explicación que ofrecieron entonces y la que siguen manteniendo ahora para desmontar la versión contraria: Roi aparcó el vehículo en el único lugar no visualizado por la cámaras de seguridad, próximo a un pasadizo por el que se puede acceder al interior de la comisaría sin ser detectado. Según esa tesis, Bernardo habría entrado oculto en el maletero.

Este último -sostiene- acudió al complejo deportivo sobre las dos y media de la tarde en el coche de su padre. Hacía un buen día y le apetecía pasear. A las 17,30 horas llegó su hermano gemelo "y vieron un torneo" de pádel, hasta que se fueron juntos al Pádel Prix (San Cibrao) para ver más partidos -ese día no jugaron- . Desde allí regresaron a su casa de Toén. Allí cenaron y, viendo la televisión tumbados en el sofá, recibieron la llamada de alerta de un compañero. Celso había aparecido muerto.

Los hermanos, en sus declaraciones judiciales, aseguran que mantenían una relación de amistad con el fallecido más allá de la profesional, si bien había temas de los que no se hablaba. La familia y las relaciones sentimentales de Celso Blanco eran intocables.

No dudan en tildarlo de "buen amigo", aunque también aluden a él como una persona "nerviosa"y "cansado del trabajo" -en el departamento de Formación y Prensa- al sentirse desbordado en alguna ocasión, tal como manifiesta Bernardo. Este último cree que Celso Blanco se refiere a él cuando en el mensaje de despedida, antes de morir, asegura sentir el daño causado a su "exjefe" en tanto que ya había rumores que le atribuían la autoría de los anónimos enviados a Asuntos Internos y a la prensa, en ambos casos alertando de una supuesta trama de corrupción en la comisaría.

Su hermano coincide en destacar el carácter vehemente de la víctima, añadiendo un matiz. Solía tener "muchos altibajos". Y hasta en tres ocasiones alude a su enervamiento: "Por ciertas cuestiones de trabajo", cuando hablaba del funcionamiento de la galería de tiro y la forma en la que la gestionaba su responsable, Ernesto A.V. -un puesto que se le hacía apetecible-, aunque también "se enervaba algunas veces por las decisiones que tomaban los jefes".

En sus declaraciones judiciales, también dejan caer que la víctima se enfadaba cuando salía a colación Antonio R.F., el inspector que relevó a Roi en el grupo de drogas en diciembre de 2014 y contra quien, junto al armero, se dirigió el mayor dardo envenenado de los anónimos. Según declara Bernardo D.L., Blanco les llegó a apostar una comida al vaticinar que Antonio R.F., inspector del GOR y desde diciembre de 2014 jefe del grupo de drogas, "metería la pata y tendría consecuencias".

Los propios gemelos tampoco ahorran críticas hacía su manera de trabajar (la jueza considera que los hermanos trataron de perjudicarlo con el envío de los anónimos). Hablan de operaciones fuera del turno de trabajo y con un trasfondo que colisionaba con los cometidos del grupo de drogas, aunque con la anuencia de los superiores por los resultados obtenidos. Pero negaron la comunicación vía anónimo con Asuntos Internos en noviembre de 2014: "Si uno no tiene el apoyo de los jefes, no hay nada que hacer", explicó Bernardo D.L. a la jueza de instrucción. 

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