REPORTAJE

Con la música a otra época

En la residencia Nuestra Señora de la Esperanza, de la Fundación San Rosendo, activan la memoria con un taller que les lleva a otra vida. A Mari Carmen, a Brasil, a Benjamín, a París y a Áurea, a las chiquilladas en Ourense 

Huele a sopa y algún usuario celebra la calefacción en la residencia Nuestra Señora de la Esperanza. Una de las educadoras sociales de este centro de la Fundación San Rosendo, Alba Justo–"la jefa" para los mayores de las instalaciones de A Farixa–, crea el ambiente ideal para expresar recuerdos de infancia y emigración. En el marco del proyecto Experiencia Activa, los profesionales de la fundación logran que cada uno de ellos se sienta protagonista con su historia de vida, a la vez que estimulan su memoria, el bien más preciado.

"Aqueles fermosos anos", dice un cartel en el que María del Carmen Quintairos, Benjamín López Parada o Áurea Nóvoa posan con una sonrisa de hace años. Además de compartir fotos antiguas con sus compañeros, los familiares les han llevado objetos antiguos que la mayoría reconoce al instante. Una vieja maleta marrón lleva a la mayoría al mismo sitio: "¡A emigración!", dicen.


Aquellos años en Brasil


A Mari Carmen Quintairos siempre le gustó la moda. Posa para la entrevista con collar de perlas, cuatro o cinco anillos y perfectamente peinada. Además de los complementos, de la niña que emigró a Brasil para trabajar en importantes casas de moda, queda el brillo en la mirada. "Yo no sabía lo que era trabajar, así que marché contenta. Me gustaba hacerlo y entraba dinero para pagar las cuentas", explica sosegada. Estuvo 30 años al otro lado del charco. Los recuerda felices y le encantaría volver. "Ha quedado mucha familia de mi marido, al que conocí allí", se lamenta.


La música, la vida de Benjamín


Aunque no tuvo épocas de tanta bonanza, Benjamín López no cambiaría por nada el lugar que la música ocupó en su vida. Lo dice claramente: "Paseinas putas. Eramos moi pobres e tiven que marchar con pasaporte de turista a Francia. Catro días de viaxe e dous sen comer. Cando cheguei, ata me equivoquei de provincia, como non sabía o idioma...", recuerda. Terminó aprendiendo francés, portugués e italiano. Le viene a la cabeza una fecha especial: "En París tocamos na praza da República o 1 de maio de 1964. Despois tamén formei a miña propia banda", dice el hombre, que tocó el clarinete desde pequeño y se ganó la vida viajando después con la banda y con varias orquestas. "Na banda da miña aldea houbo moi bos musicos, como os de calquera punto de España", reivindica, antes de soltar un "Acabouse. Finito" para cerrar la entrevista con sus anécdotas.

Más escueta, pero con el punto divertido de la jornada, se presenta Aurea Nóvoa, recordando anécdotas de la niñez. "Cuando iba al colegio, un día, en vez de ir, escapé con una amiga por detrás de unas casas. Nos parecía que no nos veía nadie y estuvimos arrastrándonos por unas rocas. Rompimos las bragas, pero cuando llegué a casa ya lo sabían", se ríe. 

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